Odisea contra el silencio

AutorDaniel de la Fuente

¿Eres feliz, Poncho?", le pregunta Guillermo Vela Staines a su hijo Alfonso, de 16 años.

"Feliz, sí", contesta el chico y muestra una amplia sonrisa en la sala de su austera y amplia casa.

La vida actual de este sereno jovencito de tercero de secundaria, menudo y de cabello y ojos negros intensos, dista del panorama que les describió un médico a Guillermo y a su esposa Fabiola Torijano cuando dio el diagnóstico de autismo en Alfonso, entonces de 3 años.

"No hay nada que hacer. Le podemos dar medicamentos para la hiperactividad, pero así va a ser siempre", dijo el médico en 1999.

Guillermo, un ingeniero agrónomo nacido en Monterrey hace 52 años, evoca el momento: "mi esposa fue la más sentimental.

"A mí me gusta actuar de inmediato, pero no me cabía en la cabeza que no se sepa lo que causa el autismo. Se sabe qué causa el síndrome Down, la parálisis cerebral. Casi todas las discapacidades tienen su razón, pero ésta no".

La pareja recibió el diagnóstico tras notar una regresión en el niño. Tras crecer normal, hacia el año y medio dejó de hablar, corría de ida y vuelta de manera repetida, hacía muchos berrinches y carecía de contacto visual.

Antes del diagnóstico, Guillermo y su esposa comentaron las anomalías, pero les dijeron que tuvieran paciencia, que aquello desaparecería. No fue así. Persistieron en su pesquisa hasta que recibieron el nombre de este trastorno cerebral, que afecta la socialización, la comunicación y la imaginación.

Por ello, mientras su mujer se hacía cargo de Alfonso, Guillermo echó mano de ahorros y empezó a peregrinar en ciudades de Estados Unidos a fin de obtener información para sacar adelante a su hijo.

Esta misión de vida, de por sí loable, ha llevado a aquel hombre a otra mayor: la de compartir noticias de este trastorno con médicos locales para que mejoren los tratamientos, a través de la asociación Autismo ABP, y a la vez brindar una opción de superación a adolescentes y adultos con autismo en el centro de oficios Dones.

Y, por qué no, afirma, dar un día con el origen de esta enfermedad que, en países como México, ha llegado a niveles epidémicos.

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Ésta es la historia de un hombre que lucha denodadamente por algo extraordinario.

Mucho antes de esta aventura existencial por el mundo del autismo, Guillermo ingresó a la carrera de agronomía con el sueño de dedicarse a problemas relacionados con el hambre.

"Por ahí le entré", recuerda este hombre delgado, de frente amplia y que aparenta menos edad. "Mi familia no tiene ranchos ni nada, pero tenía el sueño de hacer que la gente viva mejor".

Más tarde reiterará una de sus frases: "Uno se siente mejor cuando da, no cuando recibe".

Además, dice en su hablar acelerado, le encantaba laborar al aire libre, por lo que tras egresar...

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