'Yo, la superguapísima, no puedo subirme allí'

AutorFernando Toledo

"No estoy pedo, no estoy pedo", afirma Luis sin cesar después de haberle soplado al alcoholímetro, pero sus reclamos no funcionaron.

Es madrugada de viernes, después de un evento en Polanco, cuando de regreso a casa nos tocó el dispositivo policial en la Avenida Nuevo León, donde un oficial le dice a mi amigo: "Buenas, joven... ¿ha tomado algo?" Él ni lo voltea a ver. "Joven va tener que acompañarme aquí a que sople", le ordena el agente.

Yo permanezco en el coche y, después de un rato, regresa: "Qué crees güey, saqué 45, pero no estoy pedo, te lo juro".

Le preguntan si trae licencia y tarjeta de circulación, él contesta negativamente y de allí lo suben directo al camioncito en donde le toman la declaración y luego pasa con un juez que atiende en una mesa de plástico. Está pálido, pero no ha perdido su sonrisa.

Enfrente hay un par de chicas, que curiosas ven cómo 10 o 20 personas se dedican a "cazar" a los alegres de espíritu y temerarios al conducir.

Otro policía llega y me dice: "Pues va a tener que bajarse del coche a esperar a su cuate".

Me siento en el parador de autobuses con la mirada derrotada y me propongo ver a los parroquianos que llegan en una súbita romería.

Primero paran a una Hummer, de donde baja una chica "bien", con minifalda y altísimos tacones, que abraza al policía como si se fuera a casar con él o lo conociera de toda la vida.

"A ver flaco, mira, una superguapísima como yo no puede ir a la cárcel, de ningún modo, no flaco", balbucea mientras trata de mantener el equilibrio entre los charcos y la banqueta.

Los policías, acostumbrados a eso y a más, sonríen y se dan de codazos cuando la niña les enseña más allá de las rodillas mientras pasa frente a ellos oliendo entre a Chanel No. 5 y a mojito.

"Yo, la superguapísima no puedo subirme allí", dice con su mejor sonrisa. "Ah, ya sé flaco, fíjate que aquí cerca vive mi ex, ¿por qué no le hablamos y él paga la multa y ya todos contentos, ja,ja...", ríe mientras se va, derecho con todos y sus zapatillas Manolo Blahnik, al camión donde le esperan otras alegres jóvenes.

Una pareja en otra camioneta, porque hoy todos los que festejan parecen traer camionetas, empiezan a discutir, ya que él, barbudo y rudo, con tatuajes, se empieza a reir como loco cuando le piden la documentación. Ella, menos entregada a Baco, le recomienda que busque con calma.

Empiezan a discutir a grito pelado y ella le grita: "ya ves, güey, tenía razón mi mamá, debíamos de habernos quedado a dormir en su...

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