Myriam Vachez / Birmania devastada

AutorMyriam Vachez

Siempre he pensado que pedir ayuda o aceptar ayuda es menos signo de humildad que prueba de seguridad en uno mismo. Aceptar o pedir ayuda no implica ser o parecer incapaz, sino simplemente conocer y aceptar los propios límites, sin que esto signifique debilidad alguna.

Esto me viene a la mente al leer que Birmania, devastada el fin de semana por el ciclón Nargis, está dispuesta a aceptar la ayuda internacional, pero "bajo condiciones". ¿Qué quiere decir "bajo condiciones" cuando hablamos -hasta el reporte del martes- de 22 mil 500 muertos, 41 mil desaparecidos y el sur del país en estado de urgencia humanitaria? ¿Cómo se puede "condicionar" una ayuda benévola cuando sucede algo tan inevitable como lo es el caudal de desastres que deja tras de sí un fenómeno natural? ¿O será que ése es precisamente el problema, lo sórdido, lo impresentable? Que si bien la destrucción material es imposible de evitar, por lo menos las muertes sí se podían haber evitado, y por tanto se teme que quede expuesta a la luz de los reflectores internacionales, además de sus sabidas prácticas dictatoriales y represivas, la ineficacia absoluta de la junta militar birmana que gobierna el país con mano de hierro desde hace 46 años.

Hoy, cualquier gobierno digno de ese nombre es capaz de reducir al máximo la pérdida de vidas humanas por el paso de un ciclón: un ciclón se puede ver venir y, cuando los servicios de protección civil son eficientes, la gente queda debidamente alertada y protegida más que a tiempo. Nuestro país es ejemplo mundial en este tema.

Lo anterior refuerza, pues, mi idea de que cuando se rechaza o "condiciona" una ayuda ofrecida es que falta seguridad en uno mismo. En este caso, que las prácticas gubernamentales de los militares birmanos no les otorgan confianza alguna en sí mismos ni, menos, en las reacciones de su pueblo tras la tragedia. Y menos aún cuando está a punto de realizarse un referéndum sobre una nueva Constitución que debería, en principio, permitir elecciones libres y multipartitas en el 2010. Ésta fue una promesa de la junta militar tras el alud de críticas internacionales -y sin duda nacionales- por la represión brutal en contra de los monjes budistas hace siete meses, pero si bien la junta militar parece determinada a ceder algo de poder a los civiles no está dispuesta a dejar todo el control, en particular el de determinar a qué civiles se les entregará el poder y bajo qué condiciones.

Tan es así, que la oposición local ha llamado a...

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