Mochilazo en el tiempo

(Material transmitido por el Servicio Sindicado el pasado 5 de abril)La huérfana que se suicidó en la CatedralJuan Carlos Cuevas

CIUDAD DE MÉXICO, abril 12 (EL UNIVERSAL).- A fines del porfiriato el suicidio se había convertido en una "epidemia", en parte porque los valores religiosos de la época poco a poco se iban separando de la vida común y comenzó a predominar el pensamiento "científico ilustrado".

En el entorno moral de la época llegó a ser un problema que aumentaba y era necesario erradicar, la prensa destacaba estos casos en sus planas que en cierta medida le ayudaban a generar más público.

La historiadora Ana María Romero Valle ha realizado investigaciones sobre el suicidio y la prensa, haciendo énfasis en las publicaciones de El Imparcial y del escritor mexicano Carlos Díaz Dufoo, quien publicó varias obras referentes a hechos de muerte.

Su tesis de licenciatura en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México arrojó que probablemente aquel rotativo usó notas de suicidios como estrategia de mercado que hoy conocemos como marketing para tener más popularidad.

Plantea que muchos de sus adversarios comerciales, abiertamente católicos, "los acusaban de insertar notas amarillistas que atentaban contra la moral y las buenas costumbres para aumentar sus ventas".

Durante las últimas décadas del siglo XIX era común verse enfrentados los puntos de vista "modernos" y religiosos, afirma Alberto del Castillo, doctor en Historia por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y por el Colegio de México.

El investigador afirma que, sobre los suicidios, "los religiosos responsabilizaban a la prensa positivista y perniciosa y al ateísmo que se extendía principalmente entre los jóvenes de la capital, por lo tanto los valores morales católicos se perdían...".

Por otro lado, los "positivistas" no los atribuían a un "relajamiento moral" y mencionaban que su incremento se debía a un "fenómeno patológico" originado por problemas de salud y no éticos.

Los puntos de vista científicos y teológicos de esa época no reflejan lo que hoy se sabe del suicidio, ya que los atribuían a una condición "neurasténica" que se curaba con trabajo.

En este contexto histórico hubo un caso que fue impactante y causó gran curiosidad. Al mediodía del 31 de mayo de 1899 Sofía Ahumada con apenas 20 años perdió la vida arrojándose de uno de los campanarios de la Catedral capitalina al atrio.

En las planas del periódico "El imparcial" la crónica alcanzó una cobertura...

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