Mochilazo en el tiempo

Vivir y hasta soñar con ferrocarriles

EL UNIVERSAL

José Luis Juárez tenía 15 años cuando inició su vida en los ferrocarriles. Recuerda con exactitud el día: 16 de octubre de 1968. Su familia paterna tenía ya varias generaciones de hombres que se habían dedicado al oficio de los rieles y los trenes, incluso su padre era reparador de vía, así que él, por ser el hijo mayor de 11, no pudo renunciar a su destino.

Tras varios regaños por andar de ?vago?, su padre le consiguió su primer trabajo en Ferrocarriles Nacionales. Así se inició como garrotero de patio: era el encargado de formar en las estaciones los trenes de carga o con pasajeros que salían de viaje al interior del país a estados como Veracruz o San Luis Potosí. José Luis recibía las enormes máquinas en el patio de la estación donde laboraba, la del Valle en el Estado de México, después los pesaba y daba la indicación para que se movieran a las diferentes vías de salida.

Siendo un chamaco se enfrentó al trabajo arduo y a los peligros que este oficio implicaba. Por eso, su primer accidente lo recuerda muy bien: ?Un día estaba volanteando un carro, iban a dar las siete de la mañana, ya casi era mi salida, y no nos dimos cuenta (su compañero de 18 años de edad y él) de que aquel tren llevaba un peldaño suelto. De pronto solo vi como la máquina BP12 con esa pieza agarró a mi compañero del muslo y lo arrastró. Le arrancó la pierna?, relata el hombre de 63 años de edad en entrevista con EL UNIVERSAL, mientras que sus palabras se pierden con el sonido producido por el tren de carga que pasa en la vía que se encuentra en la parte trasera de su casa en Tlalnepantla, Estado de México.

?¿Ese tren a dónde va, por qué pasa por aquí? ?le pregunto a José Luis, cuando el chiflido del silbato es un susurro.

?Es una escapera, así les dicen porque es chica. ¿Si notó que pasó muy rápido? No llevaba muchos carros. Yo creo va del Valle a Xalostoc a dejar ese flete ?me responde y continúa su relato.

tristemente, dice José Luis, no pudo hacer nada por su compañero; la larga distancia a la que él se encontraba y el miedo lo paralizaron. El susto lo hizo dejar el trabajo con apenas 15 días en el puesto, creía que lo culparían del accidente, pero después de que su padre le explicó que eso no iba a suceder porque ?esos sucesos siempre ocurrían?, regresó pero ahora como reparador de vía, como su papá, donde aprendió todo lo relacionado con el cambio de rieles y durmientes. Su primer sueldo fue de 400 pesos por siete días de trabajo.

?Todos se iniciaban de extras. A cubrir los faltantes?, dice José Luis para enfatizar que en los más de 30 años que estuvo como ferrocarrilero nunca aspiró a una plaza fija, le gustaba aprender y moverse; por eso, cuando se enfrentó al trabajo pesado y la actitud estricta de su padre decidió cambiarse de área. Al revisar las cláusulas de su contrato descubrió que la 116 era la que podía usar para cambiar de especialidad.

Inició un proceso de múltiples cambios en poco tiempo: motorista (donde operaba el motor que se usaba para arreglar la vía), auditor de trenes (era el que picaba los boletos y cobraba arriba del tren), monito en los talleres (se encargaba de limpiar los motores de los trenes). En una semana, por su condición de extra podía moverse en los diferentes puestos. Fue así como adquirió todo el conocimiento necesario para conocer desde las entrañas toda la maquinaria de la industria ferrocarrilera.

Así, de un puesto a otro ?sin darse cuenta? entró al departamento de trenes en el taller mecánico, donde aprendió a revisar las locomotoras en todos sus herrajes y a abastecerlas de agua, arena y combustible. Dentro de ese nuevo puesto de similar b, como era llamado, también fue llamador (le encomendaban ir a buscar a sus hogares al personal de reemplazo de la tripulación que salía en los viajes del tren; tarea para la cual se compró una bicicleta y en una libreta registró los nombres y direcciones de todo el personal) y también fue fogonero de fijas (encargado de cuidar los generadores de vapor).

Para entonces ya tenía 17 años, y entre el trabajo y la escuela terminó la primaria, secundaria y preparatoria.

- El amor que surgió por las vías del tren

José Luis pronto logró acceder a puestos mejores como el de velador de máquinas en San Juan del Río y el de ayudante de proveedor en Palma Escobedo, cerca de Celaya. Comenzó a conocer el país y a adquirir más experiencia. Y también ocurrió lo inevitable: se empezó a interesar en las mujeres.

?¿Que tan cierto es que los ferrocarrileros tenían mujeres por todos lados donde viajaban?

?¡Uh, señorita! Algo hay de eso. Tenía un amigo que tenía cinco mujeres, una en cada pueblo al que llegó con su maquinita (refiriéndose a la locomotora) ?responde entre risas.

José Luis tenía 20 años cuando le llegó el amor. Fue en un paseo de cacería que realizó con su amigo Juan a Dolores Hidalgo, Guanajuato, y quien también lo invitó a casa de sus papás en el mismo estado. Y ahí la conoció. Se enamoró de la hermana de su amigo: Josefina Rojas. ?Cuando la vi por vez primera dije: ?ésta es mía??.

En la segunda visita empezaron a hacerse amigos. Así, en sus descansos (que eran cuatro días cada mes) iba a visitarla desde San Juan del Río, donde era velador en una estación. Pero no demoró en lanzarle la propuesta: ?¿Quieres ser mi novia??. Ella le dijo que sí, pero que tenía que hablar con su papá. José Luis se quedó sorprendido porque él sólo quería que fueran...

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