'Mira, ésta soy yo'

AutorFrancisco Morales V.

En las paredes de su estudio, un pequeño departamento en Tlatelolco, Terry Holiday colgó los cuadros de las que, afectuosamente, llama sus "monas".

De narices respingadas, ojos grandes y coquetos, una serie de mujeres delgadas, pintadas con trazos finos, languidecen en entornos domésticos con vaporosos conjuntos parisinos.

Una de ellas, en particular, destaca sobre todas: morena, de cabello rizado y negro que combina con su negligé y una mirada sonriente, de seguridad, que seduce al espectador de la pintura.

"Mira, ésa soy yo", dice señalando al cuadro que pintó en 1979. "Cualquiera que la ve dice: 'Es que ésa eres tú', y sí soy yo, pero en ese entonces yo no lo sabía".

Hoy, quien se precie de conocer la historia de la diversidad sexual en México, y sobre todo la noche LGBT+ de la capital, sabe quién es Terry Holiday.

Y es que lo ha hecho todo: artista plástica, actriz, vedette, cabaretera, productora de espectáculos, diseñadora de modas y madrina y consejera de chicas drag, pero, sobre todo, una activista de vida para la comunidad trans del País.

Nacida en la Ciudad de México en octubre de 1955, Holiday recuerda que, aunque siempre supo quién era por dentro, tardó un poco en tenerlo claro, como es natural.

"Ahora, a 50 o más años de eso, las pinturas tienen un valor agregado, porque son las primeras manifestaciones del fenómeno trans", prosigue sobre las obras que, estratégicamente, ha colocado en su departamento.

"Era la época de la psicodelia y todo eso, y mi mamá me decía: 'Ay, ¿por qué haces esas monas?'. Y yo le decía que nada más porque sí, pero en realidad era yo, en realidad era como me percibía, como me sentía", abunda.

Ícono de la vida cultural y de la diversidad sexual de la mítica Zona Rosa de los años 70, actriz en películas de culto, como La montaña sagrada (1973), de Alejandro Jodorowsky, y legendaria performer en los bares de la "Calle de las Sirenas" (República de Cuba, en el Centro Histórico), entre tantísimas cosas, Holiday siempre supo que sería artista, que lo fue siempre.

En gran medida, reconoce, se lo debe a su entorno familiar, con una madre pianista profesional que amaba a Serguéi Rajmáninov y a Nikolái Rimski-Korsakov, y un padre bohemio que cantaba boleros en las tertulias.

"Mi familia fue muy receptiva, les hacía gracia que me pusiera un trapo y que me pusiera faldita, o que me amarrara una toalla. Mientras mi mamá tocaba el piano, mi hermana y yo andábamos bailando por toda la casa", recuerda con cariño.

...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR