Mexicar / Ciencia de la corrupción

AutorEnrique Canales

¿Entendemos a la corrupción? Si la entendiéramos podríamos combatirla con efectividad como se combate a una enfermedad conocida y estudiada. Prueba de que somos muy brutos en cuanto a nuestro entendimiento y evaluación de la corrupción es que López Obrador y Bernardo Bátiz persiguen con mayor ahínco a los chismosos del delito que al delito mismo. Es más: ni siquiera distinguimos entre diferentes tipos y grados de corrupción.

Algunos analistas equiparan la reciente manifestación de corrupción de jerarcas y funcionarios del PRD a la grandiosa ordeñada de gasolina de los sistemas de distribución de Pemex. La corrupción en ambos casos es de muy diferente naturaleza. Además otros analistas ponen estos actos al mismo nivel que la corruptela de los Amigos de Fox o los graciosos y benéficos donativos a Vamos México. ¿A poco se equiparan? El Pemexgate nos recuerda la negra corrupción descrita por Guillermo Sheridan en su libro El dedo de oro, pero no se puede equiparar a la desfachatez del Niño Verde aprendiz de líder corrupto. Esta confusión acerca de los tipos y grados de corrupción nos muestra un desconocimiento fundamental.

No es lo mismo ser corrupto a ser ignorante, pero los videos y las gelatinosas declaraciones nos muestran que, además de falta de ética, hay falta de conocimiento y falta de inteligencia. Somos ignorantes porque ni siquiera tenemos, que yo sepa, una cartografía o una clasificación aunque sea provisional o precientífica de la corrupción y adecuadas explicaciones causales del fenómeno. La forma como la ley tipifica estos actos delictivos no nos sirve para iniciar una ciencia de la corrupción, ni es su intención.

Por esta falta de conocimiento sobre la corrupción, a lo mejor Andrés Manuel no pudo combatir en sus propias narices los síntomas de corrupción que habían mostrado sus cercanos funcionarios. Pero es muy probable que AMLO sepa mucho más de lo que nos dice. Entonces Andrés Manuel tiene tres problemas, demostrarnos que no es corrupto, que sabe administrar para evitar la corrupción y, además, que no es tonto. Entonces, cualquier funcionario como Andrés Manuel puede ser al mismo tiempo un corrupto, un ignorante y un tonto. La ignorancia tiene solución, lo corrupto es más difícil de curar, pero lo tonto no tiene remedio.

En el año 1640 los jesuitas, a sus 100 años de existencia, ya se habían vuelto expertos en distinguir los diferentes tipos de pecados pues querían conocer los grados y las formas de la maldad, para poder...

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