A medio siglo de Avándaro

AutorFederico Rubli Kaiser

Federico Rubli Kaiser

Investigador y escritor sobre rock. federico@rubli.net

Hoy domingo 12 de septiembre pero de hace 50 años, amanecía yo en un paraje boscoso de Avándaro junto con 300 mil jóvenes al compás de los últimos guitarrazos y voz de Alex Lora con su Three Souls in my Mind. Pero, ¿Qué fuimos a hacer a Avándaro ese fin de semana? Se escenificó el legendario festival de rock con las mejores bandas de esa época que marcó un parteaguas en la historia del rock mexicano. Como jóvenes, estábamos inmersos en la contracultura surgida en el marco de la filosofía hippie pacifista y contestataria contra el establishment. Buscábamos sacudirnos el férreo control gubernamental para liberar las cadenas autoritarias que subyugaban nuestras ideas juveniles. Avándaro nos ofreció esa posibilidad: despojarnos de nuestras inhibiciones y gozar de nuestro rock con plena libertad y fraternidad. Fue nuestro Woodstock en Valle de Bravo.

Cuando se anunció el "Festival de Rock y Ruedas de Avándaro" de una carrera automovilística junto con una tocada de doce grupos de rock, el entusiasmo se volcó no por la carrera de autos, sino por escuchar buen rock. Evidentemente no fue posible llevar a cabo la carrera.

Me organicé con unos amigos para hacer el periplo a Valle de Bravo en una carretera ya muy congestionada con miles de autos y camiones repletos, y jóvenes desplazándose a pie. Se armaron tiendas de campaña en el amplio terreno frente al escenario. Durante el festival no permanecí estático sino que estuve circulando entre la gente, conviviendo en paz y armonía con jóvenes de todas las condiciones socioeconómicas. El espíritu de cofradía hacía que unos nos ayudáramos a los otros y se compartía todo: comida, cobijas, impermeables y mota. Cuando actuaba La División del Norte, se dio el célebre acto de la "encuerada de Avándaro" sobre uno de los camiones al costado izquierdo del escenario. Justo me encontraba debajo. Después de su baile nudista, desapareció. Un periodista sin escrúpulos inventó una entrevista y le dio una identidad. Décadas más tarde, investigando en los expedientes de la Dirección Federal de Seguridad, descubrí que la localizaron después del festival y su interrogatorio revela su verdadera identidad: Laura Patricia Rodríguez González, de 18 años, de Guadalajara. Se derrumbó así un mito.

Hubo presencia discreta de policías y de soldados, pero como no hubo riñas o problemas serios no entraron en acción. El domingo a las 9 de la mañana inició el...

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