Marketer / Triángulo dramático

AutorHoracio Marchand

Aparte, no hay víctima sin un persecutor y, para completar el cuadro, tiene que haber también un rescatador.

Las interacciones humanas siguen patrones, ritmos y secuencias que frecuentemente acaban por ser predecibles. Para algunos esto es tan obvio que incluso puede representarse gráficamente -como si fuera un electrocardiograma o una estadística de ventas- donde claramente pueden apreciarse altas, bajas, tendencias.

A-la-Freud, la familia y el trabajo son terreno fértil para que ocurran los dramas más intensos y comunes. Las tres figuras recurrentes en este Triángulo de Karpman (en honor al humanista que articuló la idea) son: a) la víctima, b) el persecutor, c) el rescatador.

La víctima es la figura abusada que, pobrecita, está a la merced de un persecutor sádico que sistemáticamente la hostiga y la humilla. Eventualmente siempre aparece el rescatador, que salva, cuando menos temporalmente, a la víctima de la agresión.

Pero lo intrigante es que rara vez la víctima termina por salvarse porque se aferra a su condición y tarde o temprano regresa a ella. Además, los roles se "switchean" o se cambian y de repente, por ejemplo, la víctima se pasa a la posición de persecutor, el persecutor a la de víctima, y el rescatador a persecutor. En términos comunes esta filosofía se refleja en un dicho popular: por andar de redentor (rescatador), sales crucificado (víctima).

Esta interacción genera dosis abundantes de drama. Los productores y guionistas de Hollywood han encontrado que el grado de drama en las historias se encuentra relacionado directamente al número de veces que ocurre un cambio de roles. A continuación unos ejemplos.

  1. - Un ejemplo del trabajo. Se trata de una empresa norteamericana que decide abrir operaciones, junto con su socio mexicano, en nuestro País. Parte del trato era el intercambio de know-how y se decidió traer a coaches o tutores para que entrenaran a los directivos mexicanos, ya que la empresa global tenía la política de que los directivos tenían que ser del mismo país en que operaba la empresa.

    Había un coach particular, que al principio lucía amable y educado, y se postraba como un rescatador del directivo mexicano (víctima) y que, pobrecito, no sabía nada del giro. Al principio ambos se mantuvieron en sus roles, pero con los meses el ejecutivo resentía lo que él consideraba era una sobreprotección y sospechaba que el coach quería prolongar su estancia en sunny Mexico a costa de su propio desarrollo. Desesperado, el...

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