MARKETER / Autosabotaje

AutorHoracio Marchand

Érase una vez una señora que, dominada por su subconsciente, enfermaba a su propio hijo para cuidarlo, para atenderlo y así sentirse útil. A esta dinámica perversa se le conoce clínicamente como el Síndrome de Munchausen. Escalofriante. Esta condición también ocurre en las organizaciones.

Se puede apreciar con un dueño de negocio que, inconscientemente, enferma a su empresa para ser indispensable o en el caso de un cuerpo de directivos que sistemáticamente meten a una organización en situación de crisis para generar dependencia de su trabajo o puesto.

En psicología el Síndrome de Munchausen se divide en dos categorías: la primera es aquella donde el individuo se enferma a sí mismo y manifiesta síntomas para ser atendido, recibir atención, compasión y hasta tener control; la segunda, conocida como Munchausen por poder, es aquella donde una persona en posición de poder, le inventa y provoca enfermedades a otro para sentirse útil y obtener a su vez simpatía y reconocimiento.

En el primer caso, es el paciente el que tiene la enfermedad mental; en el segundo, es la cuidadora o cuidador. Lo peor de los dos mundos ocurre cuando son las dos partes las que están enfermas y se complementan.

Lo anterior puede explicarse parcialmente, y digo parcialmente porque no hay un acuerdo entre los expertos, con el concepto de ganancias secundarias. Estas ventajas o ganancias secundarias, como se conocen en psicología, tienden a ser de carácter subconsciente, ya que el sujeto no alcanza a entender por qué está atrapado en esta dinámica y poco sospecha de que él mismo es el que se las ingenia para repetirla y mantenerla.

Las ganancias según Freud son de dos tipos: la primaria, intrapsíquica, y que logra reducir la ansiedad como resultado de una operación defensiva, y la secundaria, considerada como una ganancia interpersonal o social.

Lo escandaloso de esta idea es que explica, por lo menos parcialmente, la insistencia de ciertas personas o empresas en aferrarse a problemas que en el fondo no quieren una solución.

Resulta difícil de creer que en pleno siglo XXI estemos...

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