La maldición (y bendición) del vampiro

AutorMarco Castillo

Un ataúd, unos colmillos y una maldición milenaria marcarían el destino de un debutante Germán Robles. El Vampiro, de 1957, sería la cinta que le daría la estafeta de estrella internacional.

No sería fácil despojarse del Conde Karol de Lavud, el aterrador sujeto sediento de sangre y victimario de bellas mujeres a las que buscaba poner bajo su poder.

De ahí que hicieran la secuela El Ataúd del Vampiro. Su tercer trabajo sería El Castillo de los Monstruos, en donde, de manera irrisoria, perseguía a un Clavillazo miedoso y atontado, pero su aparición dio un plus a esta comedia.

Luego vinieron algunos dramas con los que no pasó gran cosa.

Por ello, los productores volvieron a requerir de sus servicios en los 60 como el monstruo elegante para la cinta La Maldición de Nostradamus y, en vista de la aceptación, le siguieron La Sangre de Nostradamus, Nostradamus, el Genio de las Tinieblas y Nostradamus, el Destructor de Monstruos, títulos tan rebuscados como su contenido mismo, pero que para muchos fueron un enorme deleite.

Estuvo en otros filmes de terror y ciencia ficción, ya no como protagonista, como El Barón del Terror, La Cabeza Viviente, Los Murciélagos, El Río de las Ánimas y Rocambole contra la Secta del Escorpión.

Hasta los 70 volvería a una trama vampírica, pero ahora como enemigo de los chupasangre, en Los Vampiros de Coyoacán, junto al luchador Mil Máscaras y Sasha Montenegro.

El cine de los 70, el teatro y hasta el doblaje le darían variedad a su carrera.

En los melodramas caseros llegaría a sobresalir a partir de la primera...

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