Malabarismos de un espectador

AutorHéctor Manjarrez

Para llegar a ver el Cirque du Soleil, es preciso ir hasta Santa Fe, antaño un inmenso basural a cielo abierto de cuyas estribaciones descendían en la segunda mitad de los 80 los primeros Chavos Banda -la expresión sonaba rara entonces- con sus extraños atavíos Naco Punk.

Aquellos muchachos y muchachas representaban probablemente la primera vez que, desde las melenas de los 60 y 70, los jóvenes de la ciudad se distinguían radicalmente del resto de los habitantes del DF por su manera de vestir y peinarse. Habían reaparecido las bandas o pandillas de la ciudad, y una de ellas cobraría notoriedad: los llamados Sex Panchitos.

Quizá ustedes ya lo sabían, pero yo ignoraba hasta hace unos días a qué grado ha cambiado Santa Fe. La última vez que anduve por esos lares, la Universidad Iberoamericana era un cuadrángulo de modernidad rodeado de varios centenares de coches de modelo reciente de sus estudiantes y de vastos lotes vacíos en los que, aquí y allá, se observaban algunos bulldozers de intenso amarillo y algunos grupitos humanos que parecían andar pepenando algo en el erial arenoso, como gambusinos. Todavía no se construía el centro comercial. Todavía no se erigía la torre de Teodoro González de León. Todavía no se levantaban todos esos edificios, unos altos, otros más altos, todos ultramodernos, que ahora le dan a esta parte de la ciudad -por lo menos de noche- un aspecto como del Houston rico que se echó a crecer para arriba hace unos tres lustros, antes de que muchos de sus pisos de oficinas se vaciaran en uno de esos emocionantes bajones cíclicos del capitalismo.

Como estamos en el DF, sin embargo, las avenidotas de esta modernidad no sólo están mal señalizadas, sino también acribilladas de bachecitos y bachezotes que le impiden a uno la serena contemplación del deslumbrante skyline. Y tras de extraviarnos dos veces - "Este Banamex ya lo pasamos pero por el otro lado, ¿no?"-, por fin llegamos al edificio de Televisa y, enseguida, a la carpa blanca del Cirque du Soleil donde, con otros cientos y cientos de clasemedieros, entramos en un recinto de espera donde se anuncian las virtudes de BMW, Liverpool, Telcel y Mini Cooper, y se venden los productos de la cervecería Modelo, los rones de Appleton y las camisetas y sudaderas de Cirque du Soleil: éstas a "sólo" 720 pesos, el equivalente del precio promedio de los boletos, y me pregunto: ¿cuándo fue que la marca empezó a contar más que la calidad y la distinción y que la gente empezó a...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR