Luis Rubio / El mundo y México

AutorLuis Rubio

En Nueva Zelandia, los maorís siguen un ritual al inicio de los juegos de rugby llamado "haka", que consiste en una serie de muecas, gesticulaciones y movimientos -desde sacar la lengua hasta dar brincos y hacer toda clase de ruidos amenazantes- con el objeto de amedrentar a sus contendientes. Todos sus competidores conocen el ritual y lo aprecian como arte pero, luego de años de practicarlo, nadie se siente intimidado. Me pregunto si, luego de Trump y ahora de Afganistán, el mundo comenzará a acostumbrarse a una realidad global distinta respecto a la nación que mantuvo el liderazgo en el mundo internacional a partir del fin de la segunda guerra mundial.

El triunfo de Donald Trump como presidente de Estados Unidos sorprendió al mundo no sólo por el hecho de ganar, sino sobre todo porque no moderó su discurso una vez llegando a la presidencia. Biden se ha dedicado a desbancar todo lo posible de Trump, pero preserva un objetivo común con su predecesor: modificar las premisas que caracterizaron su país al menos desde 1945. Trump llegó a la presidencia en buena medida por los desajustes que creó la era de la globalización, pero también por la velocidad con que avanza la tecnología y que ha tenido el efecto de disminuir las distancias, creando nuevas vulnerabilidades -o, al menos, la sensación de vulnerabilidad- donde antes no había razón alguna para ello. Biden llegó a la presidencia en buena medida como reacción a Trump, pero con objetivos muy similares: una visión introspectiva que, más allá de la retórica, repliega a EU del mundo.

Lo peculiar del momento, fenómeno que bien puede tener enormes implicaciones para México, es que estos cambios ocurren en paralelo con el ascenso de China como potencia mundial. China ha seguido un proceso transformativo que le ha permitido no sólo el crecimiento acelerado de su economía -al punto de rivalizar en tamaño al de la estadounidense- sino que su liderazgo cuenta con una visión estratégica que hoy se ha vuelto excepcional en el mundo. En contraste con los presidentes norteamericanos de la era de la guerra fría, los dos presidentes más recientes ni siquiera perciben la necesidad de pensar de manera estratégica, reaccionando ante las circunstancias que se presentan de manera súbita y visceral, como demostró la caótica salida de Afganistán: objetivo quizá loable, pero patético en su ejecución.

El ascenso chino, y su estrategia de construcción de un imperio logístico, constituyen lo que Parag...

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