Luis F. Aguilar / Nuestra oportunidad

AutorLuis F. Aguilar

Ha de ser muy gratificante para los políticos observar que buen número de los intelectuales del país, periodistas y académicos, se ocupan diariamente de ellos, reflexionan y opinan sobre sus ideas, acciones, iniciativas, no importa si sean elementales o finas, viables o irrealizables. Pero así son las cosas en política, no solo en México. Los partidos monopolizan el negocio de la política, son las estrellas de la política, dominan el espacio público, definen cuáles son los problemas sociales a tratar y el tipo de leyes, políticas y gasto que pueden resolverlos sin que los ciudadanos sean contrapeso. Los políticos, sean legisladores o funcionarios, escriben el guión de su teatro, producen la obra, protagonizan los parlamentos, establecen el lugar y la temporada de la representación y logran tener en las butacas amigos dispuestos a aplaudirlos. Los intelectuales, como los demás ciudadanos, aun si con críticas agudas y señalamientos con evidencias probadas, no dejan de ser espectadores y glosadores de los dichos y acciones de los políticos, son sus comentaristas e intérpretes, no pueden quebrar con sus textos el monopolio que los hombres de negocios de la política detentan. Periodistas y académicos, tal vez como portavoces de la ciudadanía interesada en los asuntos públicos, analizamos, criticamos y proponemos pero no hacemos, no decidimos, no logramos influir en las decisiones ni revertir las políticas improductivas. Esta es la división del trabajo de la política contemporánea. Los políticos hacen, los intelectuales hablan. Somos habitantes de dos planetas diversos.

Sin embargo, de vez en cuando se abren oportunidades para que ciudadanos e intelectuales incrementemos nuestra autonomía y grado de influencia en la política, nos volvamos protagonistas y nos convirtamos para los políticos en una amenaza creíble, un cliente codiciado o un grupo con algún grado de importancia (intelectual, moral, económica, social) con el que hay que sentarse a hablar en serio. Es sabido que las elecciones representan la gran oportunidad política de los ciudadanos, pues son el tiempo en que los políticos no tienen el poder, están en la sala de espera, en el aire, y dependen de los ciudadanos para poder entrar al negocio de la política, no perder mercado y ponerse a mandar o a ocuparse del bien del país. Durante la estación de las elecciones los ciudadanos son los hombres fuertes, los que mandan, los que tienen la batuta y los que con su pulgar arriba o abajo...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR