Logra hacer florecer su herencia familiar

AutorJulieta Riveroll

Sus ancestros le dieron la herencia "más grande" que es el trabajo, y para honrarlos, Arturo Hernández Belmont continúa ejerciendo junto con sus 11 hermanos el oficio de florista, que le ha dado la dicha de cortar varitas de nardo en la madrugada.

"Nuestros padres nos criaron, nos sacaron adelante, porque sostener una familia de nueve hijos es duro, pero no padecemos carencias, porque tenemos el pan diario, gracias al trabajo que nuestros antepasados nos dejaron".

El florista sabe disfrutar del aroma inconfundible del naranjo, que crecía a la orilla de la zanja en el tradicional Barrio de los Reyes, de donde es nativo, y afirma que para trabajar la flor hay que tener mucha paciencia, pues como a las mujeres, es necesario tratarlas bien para que no se marchiten.

Y es que las flores no sólo tienen propiedades curativas y sirven como elixires amorosos, sino que en ellas parece radicar parte de la belleza del universo, con sus lenguajes y secretos.

Relató con orgullo cómo su padre, Fortunato Hernández Luna, fue el primero en traer la flor de nardo al Distrito Federal. La cultivaba en Morelos, Guerrero o Querétaro, para luego venderla en el Palacio de las Flores en el Mercado de San Juan, y por eso las florerías de sus hermanos en la Central de Abastos, la Merced y el Mercado de Jamaica llevan el nombre de "El paraíso de los nardos".

Recuerda que su abuelo Don Luis fue el florista de confianza del Presidente Alvaro Obregón, para quien hacía arreglos, porque entonces todavía eran contadas las personas que se dedicaban al trabajo de la flor.

Hernández Belmont ha realizado, durante dos décadas, algunas de las ofrendas de gran colorido que llevan los peregrinos a la Virgen en la Basílica de Guadalupe, y las "portadas" florales que decoran la fachadas de las iglesias, como las que enmarcarán el 31 de diciembre los arcos de la Capilla del Siglo 16 en el Barrio del Niño Jesús, y la calle de Fernández Leal en Coyoacán.

Explicó que trabaja por varios meses en la elaboración de las portadas, desde la colocación de varas de garambullo y pasto seco, sujetas con delgados hilos a las vigas de madera entrecruzadas, para darle forma a los diseños que imagina, hasta acomodar el follaje de oyamel, y finalmente insertar los crisantemos, palomas blancas, margaritas japonesas, claveles rojos, con ayuda de una aguja de punta afilada o estacas de madera, que sustituye el hueso de pata de borrego que se utilizaba antes para clavar las flores.

Con 56...

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