La liberación de la pantalla

AutorRafael Aviña

El 20 de octubre de 1972, se estrenaba en las Salas de Arte López Velarde y Buñuel el documental británico El cuerpo (The Body, 1970), dirigido por Roy Battersby, que ofrecía al público no sólo una didáctica presentación anatómica del cuerpo humano, sino una exploración casi ginecológica de la genitalidad, expuesta de manera científica, de la que era imposible abstraerse a la fantasía erótica -no en balde se mantuvo en cartelera a lo largo de 14 semanas-, para un público movido por una constante represión en cuanto al desnudo se refiere, confundido por la censura moral, social y religiosa, y deseoso de encontrar en la pantalla sexo y la franca visión del cuerpo desnudo.

Por ello, tampoco resulta casual la proliferación de funciones de medianoche para adultos una década después y con gran respuesta en taquilla. El imperio de los sentidos (1975), del japonés Nagisha Oshima, se exhibió durante 55 semanas en 1985. Antes, la cinta alemana El arte de amar o Anatomía del acto de amor (1970), de Herrman Schnell, estrenada en 1983, se mantuvo durante 36 semanas, en una década en la que era evidente que los espectadores nacionales buscaban una respuesta erótica ante la desnudez corporal en cinematografías más audaces.

Por supuesto, la sexualidad y el desnudo en el cine están presenten prácticamente desde sus orígenes. No obstante, la moral erótica devino en represión y en la negación del placer y del cuerpo mismo. La tradición judeocristiana y su mentalidad puritana y autoritaria que niega el erotismo y la desnudez del cuerpo promueven lo que atacan, a través de una doble moral en la que el cine ha colaborado en gran medida.

Es decir, en un inicio, a través de la mirada del censor-voyeur, el sexo y el desnudo se etiquetaron y se trastocaron en pornografía. Lo natural se convirtió en ofensa.

El cuerpo desnudo se desterró del arte y de la sociedad, transformándose en pecado, sin embargo, encontró válvulas de escape y consiguió también, gracias al cine -entre otras disciplinas artísticas-, mostrar la desnudez del cuerpo en todo su esplendor y belleza, alejado de connotaciones morbosas, aunque rodeado de un aura de inherente sensualidad y erotismo, y ejemplos sobran, como la mirada de Jeffrey Beaumont (Kyle MacLachlan) a través de la rendija de un armario oscuro, centrada en el cuerpo desnudo de Dorothy Vallens (Isabella Rosellini), en una de las escenas clave de Terciopelo azul (1986), de David Lynch.

Asimismo, la manera en que un maduro pintor (Michel...

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