Justicia

AutorAlberto Enrique Nava Garcés
Cargo del AutorInstituto Nacional de Ciencias Penales. Ciudad de México
Páginas443-445
443
XVII. JUSTICIA
de Gerardo Laveaga
Quién había sido responsable de aquello, a esas alturas daba igual: el
daño estaba hecho. El escándalo rebosaba las primeras páginas de los
periódicos, a lo largo y ancho del país. Era el tema en noticiarios de
radio y televisión... Nadie había podido prever aquél incidente que, en
opinión del jefe de Gobierno del Distrito Federal, había sido una celada,
una trampa urdida para dar al traste con su carrera política, aunque él, el
procurador de Justicia de la Ciudad de México, no pensaba lo mismo.
Para él, era una coincidencia. Desafortunada; de consecuencias devasta-
doras, pero una coincidencia.
A COMIENZA la novela Justicia de Gerardo Laveaga, quien duran-
te más de 20 años fue funcionario en el ámbito de la justicia penal y,
en los últimos diez, tuvo el alto encargo de dirigir uno de los centros
de investigación y capacitación más importantes en América en cien-
cias penales, el INACIPE. Con ese bagaje, es evidente que el autor algo
sabe del tema que trata y de cómo son los personajes de un sistema al
que también quiso cambiar. Conocedor de los entretelones de la justi-
cia mexicana y de sus personajes, aborda este camino y regresa sobre
sus pasos para exponer sus argumentos sobre la necesidad de que haya
un sistema más transparente.
Mientras que en Europa la fórmula de Ferdinand von Schirach ha
resultado un éxito rotundo al narrar los innumerables casos que aten-
dió en su calidad de abogado, de este lado del mundo y en esta latitud
Laveaga toma nota de casos que han consternado a la sociedad. A
partir de estos, y por la información a la que pudo tener acceso en sus
distintos encargos en el mundo de la justicia, logró esta novela, cuyo
lenguaje sencillo podrá alcanzar a un público muy amplio.
Pero no es sólo una historia de barandilla la que encontramos en
esta obra, sino de dos perspectivas que no inciden necesariamente en el
proceso. Una de ellas se aborda desde el poder, desde la cual —no sin
perversidad— se puede fraguar un culpable; la otra es la que tal vez nos
resulta más común: la indiferencia de las autoridades ante un suceso

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