Juana Inés Dehesa / Estrés

AutorJuana Inés Dehesa

¿Vive usted muy agobiado? ¿Se siente irremisible y fatalmente perseguido por ese monstruo maligno que las sociedades modernas califican como estrés? ¿Su coctel de las cinco de la tarde no consiste en un vodka martini ni en un Sex on the Beach, sino en un omeprazol y dos Tums con chéiser de Melox? ¿Se pregunta sistemáticamente en qué falló y dónde quedaron las grandes esperanzas que depositaron en usted sus padres? ¿Quiere llorar de pronto, sin saber muy bien por qué?

Mucho me pesa decirle que es usted un principiante. Peor aún, un principiante que carece del más elemental sentido común e instinto de conservación. Porque si realmente supiera lo que le conviene, ya hubiera dejado las angustias olvidadas en cualquier covacha maloliente y hubiera abrazado con partes iguales de entusiasmo e inconsciencia una nueva carrera. Si supiera tantito lo que le conviene, usted ya se hubiera vuelto político de profesión.

Es que, aparentemente, ser político es mejor para el ánimo y la complexión que inyectarse Botox, nadar con delfines y consumir cotidianamente alga espirulina. Si uno es político, ve invariablemente el vaso medio lleno, puede hacer uso de desplantes retóricos que a cualquier otro mortal le provocarían un ataque fulminante de vergüenza, prometer sin asomo de ironía un "debate ideológico profundo" en las campañas (jojojo), y todavía ser capaz de indignarse y regañar a quienes se atreven a criticarlo, aduciendo que son bien horribles y sólo se fijan en lo feo. Guácala, de veras.

Pero lo más bonito y...

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