Juan Villoro / Contra la sopa

AutorJuan Villoro

"El mundo existe para convertirse en libro", escribió Mallarmé. Quino demostró que también existe para convertirse en caricatura. Ese sitio criticable se ha vuelto peor con su partida.

Hijo de inmigrantes andaluces, Joaquín Salvador Lavado nació en Mendoza, Argentina, en 1932. Sus padres le pusieron el apodo que definiría su identidad. En la infancia fue tan tímido como Felipe, el más retraído de sus personajes. No sólo se ponía nervioso ante el drama evidente de pasar al pizarrón en clase, sino ante las cosas más sencillas, como comprar un lápiz. Daba vueltas y vueltas antes de entrar a la papelería a pedir el utensilio que definiría su oficio.

Quino inició su carrera como un extraordinario exponente del humor mudo. No hacía falta que las palabras explicaran sus cartones. En uno de ellos, los miembros de una orquesta salen de la función y cada uno carga un estuche con un violín, una flauta o un chelo. Al final, el más sacrificado arrastra un piano de cola.

La conmovedora empatía de estos dibujos surgió en uno de los momentos más convulsos de Argentina (de 1968 a 1973, el país padeció seis presidentes).

En ese ambiente, Mafalda habló con voz contestataria. Todo empezó por accidente. En 1963 una compañía de electrodomésticos propuso al caricaturista que creara una tira cómica con publicidad subliminal (no se mencionaría la marca, pero el logotipo estaría en todos los aparatos). Quino necesitaba trabajo y concibió una familia típica, es decir, disfuncional. La hija de unos amigos se llamaba Mafalda y el nombre le pareció atractivo.

Los periódicos rechazaron la historieta pero en 1964 Quino tuvo oportunidad de publicarla, sin publicidad de por medio. Así surgió el mayor ejercicio de contraeducación de la cultura popular. Si Rousseau demostró en el Emilio que la infancia no es una preparación para la edad adulta, sino una etapa de plena realización, y J. M. Barrie entendió que lo más importante en la vida de una persona ocurre antes de los 12 años y que pocos lemas resultan tan atractivos como "No crecerás", Quino dio un paso más allá concibiendo a una filósofa de seis años que se opone radicalmente a los mayores. Su infancia es una disidencia. Umberto Eco observó que Mafalda "tiene una única certeza: no está satisfecha".

La Pequeña Lulú se ubica en escenarios donde todos los personajes viven en casas, cerca de un bosque, y Charlie Brown...

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