Juan Villoro / Pasión canalla

AutorJuan Villoro

En el futbol se ama y se odia sin que eso pueda ser absurdo. Cualquier emoción está permitida, siempre y cuando provenga de los colores del equipo.

Pero no todos los países se apasionan del mismo modo. En un planeta donde las ilusiones y los desencantos están bien repartidos, el futbol ha encontrado una reserva de la exageración. Me refiero, por supuesto, a Argentina.

En ningún otro sitio la hinchada influye tanto en la gesta. No es casual que ahí haya surgido el mejor apodo para el público, que actúa como "jugador número 12".

En una ocasión asistí a la disputa del trofeo Gamper en el Camp Nou, que anuncia el inicio de la temporada. El Barça enfrentaba al Boca Juniors, al que superó sin demasiadas dificultades. En las gradas, el resultado fue distinto. Dos mil argentinos hicieron más escándalo que noventa mil catalanes. El desborde emocional de la barra bostera hizo que los demás espectadores parecieran aficionados a la ópera.

Recordé entonces algo que me ocurrió en el estadio Monumental de Buenos Aires, con motivo de un River-Boca. Un señor reconoció mi acento y quiso despejar una interrogante. Le habían dicho que en México los hinchas de equipos rivales podían sentarse uno al lado del otro. "¿Y no se matan?", quiso saber. El diálogo ocurrió hace décadas, cuando nadie moría en nuestras tribunas, de modo que dije que, en efecto, alguien del América podía ir al futbol en compañía de alguien del Guadalajara. El hombre reflexionó un momento y exclamó en forma inolvidable: "¡Uh, pero qué degenerados!".

Años después asistí a otro clásico argentino, esta vez en la Bombonera del Boca. Le conté la anécdota anterior al taxista que me llevaba al estadio y también su respuesta fue emblemática: "Eso no es nada, yo soy de Rosario y nosotros nos odiamos más".

Se refería a la oposición entre los canallas de Rosario Central y los leprosos de Newell's Old Boys. La pasión se define por lo que amas, pero también por lo que repudias; no basta procurar el bien, hay que rechazar el mal.

Canallas y leprosos han encontrado una forma inquebrantable de necesitarse. Para ellos, ganar el título es menos importante que vencer al archirrival, lo cual garantiza la emoción, pues no se necesita obtener el campeonato para ser feliz; basta vencer al Diablo.

Jorge Valdano ha dicho que ser rosarino es una forma exagerada de ser argentino. De manera lógica (hasta donde los excesos tienen...

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