Nosotros los jotos / Toño, Fabián y yo

"¡Así me dejó, cariño, ahorcado y suspendido!", me confesó Fabián Cháirez mientras tomaba medidas, la semana pasada, sobre uno de los muros de su pobre palacete (mi cantón), y me refería la historia del muchacho del cuadro que estaba confiando a mi custodia y se había ofrecido a colocar...

Moreno hermoso y altísimo como un árbol tropical, Fabián cursaba el segundo año de prepa en una escuela para chicos problema de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, a donde nació el 13 de diciembre de 1987.

Fabi iba en el grupo A y le había llamado la atención un muchacho que era del B. Toño se llamaba, tenía unos inquietantes ojos color miel y jugaba futbol americano. Pero en un principio a mi joven amigo el guapillo de mi tocayo le había caído más bien gordo.

Bien dice el refrán que culito que es para uno solito viene y se ensarta, porque la convivencia en los recreos y compartir gustos de música pop típicos de adolescentes como Britney Spears, terminó por hacer amigos a los dos colegiales.

"Una vez aproveché un recreo y me metí a su salón para escribirle en una de sus libretas que me gustaba" me confesó Fabián con el taladro en alto, a punto de clavar la broca en mi muro para luego martillar los taquetes.

"No firmé el recado, pero alguien me vio y fue con el chisme, así que Toño me preguntó directamente si lo había escrito yo, y cuando muy nervioso le respondí que sí, sólo me sonrió y se fue".

Pocos días después, a la hora de la salida Fabi se armó de valor y le pidió que fuera su novio. Tras la respuesta positiva, la hermosa pareja se fue platicando con la mirada centelleante de felicidad, sin atreverse a mayores muestras de afecto porque en las calles tuxtleñas habría sido una escándala.

"¡Fue mágico!", exclamó mi amigo mirando con nostalgia esa figura al óleo que salió de su larga mano para evocar al muchacho que fue su primer amor, y a quien besó una tarde encerrado en el gran clóset junto a la recámara de sus padres.

Durante uno de esos encierros a oscuras, entre ropa y zapatos, en que los novios se acariciaban y exploraban sus cavidades con frenesí juvenil, el hermano mayor de Fabián llegó a su casa y los descubrió. Inmediatamente denunció tales desviaciones con sus padres, que armaron un soberano escándalo y castigaron al menor con golpes y la prohibición de salir, incluso para ir a la escuela.

"¡Mi papá era charro, así que imagínate lo que fue para él tener un hijo jotito!".

Claro que lo prohibido es lo más deseado, así que cuando las aguas se calmaron...

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