Jorge Volpi / Temor y temblor

AutorJorge Volpi

Somos descendientes de bichos prehistóricos semejantes a los lémures o a las musarañas: criaturas indefensas y nerviosas, resguardadas en sus madrigueras, siempre amenazadas por enemigos más grandes y poderosos. Allí, en las partes más remotas de nuestros cerebros, anida siempre esa sensación de peligro, de que de un momento a otro seremos devorados por un predador o de que, en caso extremo, seremos sacrificados por otros individuos de nuestra propia especie en un postrer esfuerzo por salvarse a sí mismos. Cinco mil años de civilización no nos han hecho mejores: basta un mínimo impulso para que el pánico y el resentimiento, dos de nuestros motores esenciales, salgan a flote y nos dominen, convirtiéndonos de nuevo en esos lamentables mamíferos al acecho de los dinosaurios.

De ahí la irresponsabilidad -diría: la zafiedad- de tantos políticos de nuestro tiempo empeñados en exacerbar esos impulsos primitivos, acentuando aquellos rasgos que nos animalizan y nos tornan más pueriles, más torvos y egoístas, sin que nuestra pobre razón sea capaz de moderarnos y elevarnos, de devolvernos algo de nuestra precaria humanidad. Lo vemos por doquier: aunque objetivamente estemos a salvo, o al menos a punto de mejorar nuestras condiciones de vida, el miedo y la desconfianza siempre pueden más que la sensatez y los argumentos sesudos, y ahí nos descubrimos de pronto, tomando decisiones absurdas, siguiendo causas insensatas o de plano inhumanas, gritando y vociferando contra amenazas imaginarias o temblando ante exagerados peligros.

No somos muy distintos de nuestros antepasados cavernícolas y, si vemos un tronco repentinamente abatido por un rayo, de inmediato nos imaginamos, ajenos a la teoría de las probabilidades, que el siguiente caerá sin remedio sobre nuestras cabezas. Prejuicios y generalizaciones se imponen sobre cualquier razonamiento científico y preferimos hacer caso a quienes acentúan nuestra precariedad. A lo largo de estas semanas contemplamos este mecanismo en cada esquina del planeta, demostrando que somos idénticamente propicios a la manipulación y la zozobra.

Veamos, por ejemplo, a Álvaro Uribe: es seguro que, de haberlos negociado él mismo, no hubiese dudado en firmar los acuerdos tramados por el presidente Juan Manuel Santos con la...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR