Jesús Silva-Herzog Márquez / ¿Por qué murieron los partidos?

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Vuelvo a una conversación de Julio Scherer con Octavio Paz en 1977. El periodista invitaba al poeta a reconstruir su itinerario político. Caminaban juntos todas las estaciones de su vida. Al llegar al presente, Paz no encontraba muchos motivos para el optimismo. "No veo el porvenir de México", decía. La derecha era una clase "acomodaticia y oportunista". Y la izquierda, "murmuradora y retobona" pensaba poco y discutía mucho. Paz se hacía entonces una pregunta que no se hacían los politólogos: "¿por qué no hay partidos políticos en México?". Si hubiera partidos en el país, decía, Reyes Heroles no habría tenido necesidad de inventar la reforma política.

Hoy deberíamos hacernos otras preguntas: ¿Por qué desaparecieron los partidos? ¿Por qué tuvieron tan corta vida? ¿Por qué no echaron raíces? ¿Por qué reaparece en el siglo XXI el personalismo como criterio de identidad política y se esfuman las brújulas de partido? ¿Cómo se atreve la nueva mayoría a ofrecer la lealtad a un caudillo como único criterio de orientación? En el fracaso de nuestros partidos se resume el fracaso de la democracia mexicana.

Hablo del fracaso de los partidos porque registro que existieron y dieron vida al régimen de la transición. Fueron abrigados por las leyes y mimados con el presupuesto. Ocuparon el espacio de las instituciones, se instalaron en los Congresos, se relevaron en las oficinas gubernamentales. Y en la elección del 2018 fueron borrados del mapa. El hecho crucial de la política mexicana es ése: la desaparición de los partidos políticos. La destrucción del régimen de partidos es el dato crucial de nuestra vida democrática. No hay asunto tan relevante para la política mexicana contemporánea como ese: perdimos las brújulas, los contrapesos, las reglas, los cauces y correctivos, las advertencias que se alojan en esas instituciones tan antipáticas. Frente al motor caprichoso y trastornado de la Presidencia de la República no hay nada. No hay un partido en el gobierno que construya una nueva institucionalidad, que cultive una identidad fresca, que promueva participación, sino una organización dedicada a un culto de personalidad. A descifrar la infinita sabiduría del "obradorismo", a recitar su padrenuestro se dedican ahora quienes quieren dirigir esa organización: ¿quién será el más devoto...

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