Iván el Terrible y su hijo (1885)

AutorGerardo Laveaga
CargoDirector general del Instituto Nacional de Ciencias Penales (INACIPE)
Páginas66-67
66 El Mundo del Abogado
Gerardo Laveaga*
Iván el Terrible
y su hijo
(1885)
Si tuviera que elegir un
cuadro, uno sólo, para
calificarlo como mi
predilecto, no vacila-
ría: La última cena de
Leonardo da Vinci. Los gustos están
fraguados en un sinnúmero de ele-
mentos, como lo hacen ver los psi-
cólogos, y mi gusto por La última
cena podría estar vinculado con mi
niñez, mi fascinación por el Renaci-
miento o mis intereses literarios...
Pero si tuviera que mencionar el
cuadro cuyo descubrimiento más
me ha perturbado, el cuadro que
más me ha impactado en la vida,
éste no sería el célebre fresco de
Leonardo sino Iván el Terrible y su
hijo (1885), que se halla expuesto en
la Galería Tretiakov en Moscú.
Había visto algunas reproduc-
ciones de éste, pero cuando lo
tuve frente a mí quedé pasmado,
hipnotizado, clavado en el piso, con
la mirada fija en los ojos inyectados
de sangre del primer zar de Rusia,
quien sostiene entre los brazos a
su hijo, a quien él mismo acaba de
propinar un golpe mortal.
Desde que hace años leí la
biografía que escribió Henri Tro-
yat, sentía repulsión tanto por Iván
como por su hijo: ambos disfruta-
ban presenciar cómo se quemaban
vivas sus víctimas, cómo las deso-
llaban arrancándoles la piel a tiras,
o cómo éstas proferían alaridos,
mientras el verdugo machacaba
sus huesos. Si éstas eran culpables
del crimen que se les imputaba,
gozaban el espectáculo; si eran
inocentes, llegaban al frenesí.
Cuando vi el cuadro de Illia Repin
(1844-1930), sin embargo, no pude
sino sentir piedad por este par de
psicópatas.

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