Isabel Turrent / Rusia: un aliado incómodo

AutorIsabel Turrent

En 2001, cuenta Catherine Belton*, cuando Vladimir Putin era todavía un líder titubeante, uno de sus asesores le recomendó reunirse informalmente con los empresarios que habían hecho fortuna durante el gobierno de su antecesor, Boris Yeltsin. Estos oligarcas, como se les llamaba entonces, eran dueños de los principales canales de televisión (muy críticos del poder) y de sectores de industrias estratégicas como el gas y el petróleo.

En ese momento, el lugar de reunión desconcertó a los empresarios. El gobierno de Putin había elegido la dacha de Stalin en las afueras de Moscú que estaba entonces, como debe de estar ahora, exactamente igual que cuando Stalin murió en 1953. Hasta los teléfonos que Stalin usaba para mandar eliminar o enviar al Gulag a millones seguían en su lugar. Desde ahí Putin, que vestido de jeans y camiseta se empeñó por mostrar una cara amable, les advirtió a los oligarcas que no se metieran en política.

Lo que ha sucedido en Rusia desde 2001 le dio a esa reunión un tono profético y escalofriante. El régimen policiaco de Putin compró al Poder Judicial y emitió una serie de leyes aprobadas por la Duma, el Poder Legislativo, que también controla, para apoderarse de los principales medios de comunicación y de todas las empresas de aquellos oligarcas invitados a comer a la dacha de Stalin. Con la aprobación de jueces corruptos y escudado, por años, en altos índices de popularidad, Putin los condenó, junto con otros opositores, a la muerte, a la cárcel o al exilio. Los oligarcas del 2001 desaparecieron no sólo del escenario político sino de Rusia.

Veinte años después el único líder opositor, que se ha convertido en la némesis de Putin, es Alexei Navalny. Navalny ha armado una campaña moderna, usando el internet y las redes sociales, para exponer la corrupción que es el pecado mortal de la cleptocracia putiniana. El video que subió a las redes sobre el multimillonario palacio de Putin en Sochi tuvo más de 100 millones de vistas. Como es imposible que Navalny registre a su movimiento como un partido político, construyó una red de organizaciones informales para extender su influencia y la oposición al gobierno al interior del país: el principal bastión de apoyo de Putin y de su partido, Rusia Unida. Armó una estrategia a la que...

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