Isabel Turrent / Literatura y violencia

AutorIsabel Turrent

Hace unos días, a horas del terrible anuncio del asesinato de Juan Francisco Sicilia y seis personas más, un grupo de mujeres relacionadas con diversos ámbitos del quehacer del país escuchamos a Alejandro Martí hablar largamente sobre los esfuerzos de la asociación que dirige para enfrentar a la delincuencia y el estado deplorable de la seguridad y la justicia en el país. El recuento de Martí -que sufrió la misma tragedia que ahora abruma a la familia de Juan Francisco Sicilia-, me llevó de regreso al tema que había tocado unas semanas antes, al final de un artículo sobre el Medio Oriente, y que se quedó en el tintero atorado en otros asuntos: el impacto de la violencia sobre una sociedad y sus instituciones, y el papel de la literatura como el mejor instrumento para entender qué sucede con una colectividad sometida, como nosotros, a la inseguridad y la violencia cotidianas.

Entender es indispensable, no sólo para actuar con certidumbre y eficacia frente a la inseguridad -como lo hacen ya Alejandro Martí y tantos otros-, sino para develar cómo la violencia está afectando a cada uno de los mexicanos y, a fin de cuentas, para vislumbrar qué tipo de país saldrá de la violencia que nos rodea. Tareas urgentes, porque para lo único en que no se necesita la ayuda de la ficción es para imaginar cuándo México volverá a vivir en democracia plena (imposible sin seguridad y sin las libertades que dependen de ella). La magnitud de la tarea que el país tiene por delante para recuperar la seguridad es abismal y de largo plazo. Implica construir desde la base (entre otras cosas, una policía eficaz y bien pagada, jueces incorruptibles, un sistema carcelario moderno) hasta la cúspide (instituciones firmes e igualmente incorruptibles, uso de la tecnología moderna para localizar de manera instantánea a los delincuentes, una sociedad civil activa y comprometida, y partidos y funcionarios responsables).

Si la literatura es el mejor camino para entender las corrientes subterráneas que conforman la cultura de una sociedad, los resortes que mueven a sus miembros y la transformación que padecen en un clima de violencia, en México, la ficción ha abundado hasta ahora sobre todo en la cara oscura: en la de los narcos y delincuentes que han crecido parasitariamente al amparo de la anarquía que ha generado el narcotráfico. Muchos se han sumado al ejercicio de la violencia por dos razones ligadas estrechamente: porque es rentable y porque pueden. La impunidad va de la...

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