La invasión de las mayúsculas

Hace años ya tuve un compañero de redacción, ágil reportero y hombre de escritura gentil, quien, sin embargo, tenía una propensión desmedida al uso de las mayúsculas, de tal modo multiplicadas que casi no dejaba una sola frase sin mayúsculas a destajo. Un día no resistí advertírselo: "Oye -le dije-, en idioma alemán, no me preguntes por qué, absolutamente todos los sustantivos se escriben con mayúscula; pero en español las mayúsculas se aplican sólo en casos específicos. Van con mayúscula, a saber: la palabra con que se comienza un párrafo, asimismo la que sigue a un punto y las que corresponden a un nombre propio (de persona, de lugar o de obra) y para de contar.

Santo y bueno; pero, ¡qué cosa!, algún virus quedó por ahí indemne, porque la epidemia de las mayúsculas ha regresado y, ciertamente, con renovada fuerza. Por ejemplo, yo me empeño, al referirme al querido lugar de mi nacencia, en escribir "la ciudad de México", poniendo "ciudad" en minúscula, porque tal término solamente señala el rango que como población tiene, superior al del villorrio y al de la aldea, digamos; pero en ningún modo puede, escribiéndola con mayúscula, formar parte inseparable del nombre propio que a la entidad define y es solamente uno: México. El añadido de "ciudad" se obliga para evitar la confusión que en la homonimia con el nombre del país al que pertenece tiene: "México", que es el país, y "la ciudad de México" que es su capital. ¿Está claro?

Abundando diremos que cosa semejante ocurre cuando se escribe "el puerto de Veracruz" para distinguirlo de "Veracruz", como el estado que lo contiene. De otro modo, en vez de homenajear con mayúsculas a la que fue Tenochtitlan de nuestros abuelos indios, se la empequeñece: "La Ciudad de México" en mayúsculas -como quieren, más que bobos, aún los correctores acuciosos y finos de periódicos serios- suena a tienda de ropa, igual que "El Puerto de Veracruz", como efectivamente se llamó un almacén famoso.

Ahora que, ya entrados en gastos o dicho de modo más elocuente, ya encarrerado el gato ¡muela a su madre el perro!, los nuevos clásicos de la lengua se han puesto a soltar mayúsculas como bolo de bautizo. Ahora el jefe de la nación es Presidente como si fuera marca de brandy, el que recibe la potestad del pueblo es Mandatario como si fuera apodo de escolapio y a nuestro México se lo escribe País como si fuera título de periódico madrileño. Llevan mayúscula las ciudades que así fueron bautizadas expresamente: Ciudad Juárez...

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