Introducción

AutorAbel Camacho Guerrero
Páginas27-32

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Era la noche de un día cualquiera al comenzar la decena de los años cuarenta cuando el señor general Francisco J. Múgica Velázquez, su chofer, el cabo Barajas, y yo, llegamos a Rosarito, a la orilla del Golfo de California, cerca del mineral de Santa Rosalía. El señor general Múgica Velázquez era Gobernador y Comandante Militar de Baja California Sur. Yo era su Secretario Particular.

Por aquel entonces en Santa Rosalía había sólo un hotel limpio, que no elegante; apenas si de relativa comodidad. Los demás lugares de hospedajes eran no sólo incómodos (que la comodidad era cosa que no se buscaba), sino sitios sucios e ingratos para comer.

Desagradaba al Gobernador y Comandante Militar recibir servicios gratuitos y su desagrado crecía cuando el servidor presunto pertenecía a la casta adinerada; mas como los patrones extranjeros, dueños o gerentes de la mina "El Boleo", no iban a cometer el desagradable error de presentar nota de cuenta al señor Gobernador, cuando viajábamos hacia ese rumbo, a la parte norte del Territorio de California Sur, el general Múgica prefería dormir a campo abierto, cerca del lugar de su destino como en la ocasión a que me estoy refiriendo, en "El Rosarito", bajo el cielo maravillosamente estrellado de Sud California, lejos de casas y de choza alguna, e inmediato a la línea donde se tocaban el mar y el desierto.

Aquella vez, como muchas otras, el general utilizaba para dormir un angosto colchón que prudentemente lo acompañaba desde su hogar. Yo, menos previsor, me tiraba sobre la arena donde me quedaba dormido soñando al ritmo del canto del mar en la noche tibia, que era brisa suave en el ambiente ligeramente impregnado con aroma de yodo y de sal.

Ahora me pregunto, con la mente vagando en mil recuerdos, ¿cómo fue que pasé inconscientemente a través del contenido y significado de todo un ensueño, que eso fue en realidad lo que viví durante meses y años en tierras californianas y que ahora retorna en nostálgico recuerdo en el eco inquieto de juvenil y animoso vivir?

Mas volvamos a la noche aludida al inicio de esta narración. Era noche "calma" como se dice en el habla bajacaliforniana.

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Yo meditaba bajo el cielo estrellado mirando hacia el abismal fondo oscuro del océano, en el hecho absurdo de que allá en la Ciudad de México gobernaba con la investidura de Presidente Constitucional, un hombre en quien yo jamás creí, mientras un auténtico insurgente de 1910, 1913 y 1917, Francisco J. Múgica, dormía cerca de allí, en su modesta cama de campo, reposando en ostracismo político disfrazado con títulos oficiales de Gobernador y Comandante Militar. Don Manuel Ávila Camacho era de carácter cortés, afable, suavecito. Múgica era tajante, radical. La historia de nuestra revolución ha sido dual: en su génesis fue la trinchera de un ideal, la explosión de un entusiasmo fervoroso; heroica decisión, empresa combativa; luego, muy pronto, una vez que venció, se fueron incorporando a sus aguerridas filas algunos elementos no precisamente revolucionarios.

Volviendo al recuerdo de aquella noche, tranquila, sembrada de ardientes estrellas, que dormía a la paz inalterable de "El Rosarito", esa noche me dije, si el General fallece antes que yo, escribiré su biografía para fijar en el tiempo lo que ha sido, a fin de que la...

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