Imparable poder negro

AutorRoberto Zamarripa

El miércoles 26 de agosto los basquetbolistas de los Bucks de Milwaukee permanecieron en el vestidor y se negaron a jugar el partido contra su rival Orlando Magic en los playoffs de la National Basketball Asociation (NBA). Era un partido decisivo para pasar a la siguiente ronda y siendo Milwaukee uno de los equipos favoritos para ganar el título parecía una osadía que dejaran de jugar exponiéndose a una suspensión o perder el partido por default.

Todos los jugadores habían visto el video del ataque con 7 tiros en contra de Jacob Blake, un vecino de Kenosha, ciudad de Wisconsin ubicada a 61 kilómetros al sur de Milwaukee. El ataque policial ocurrido el domingo 23 en la calle frente a los tres hijos de Blake de 8, 5 y 3 años de edad, viralizado en un video, cimbró a la comunidad negra estadounidense y dejó en shock a los jugadores.

"No deberíamos jugar frente a todo esto que está sucediendo. Estamos aquí solo por motivos de dinero. Estos partidos solo están eclipsando lo que realmente sucede" en Estados Unidos, dijo al sitio The Undefeated, George Hill, el orquestador de los Bucks, de 34 años de edad, 11 de ellos en la NBA.

George Hill gana 10 millones de dólares anuales. Percibe la tercera parte de lo que recibe el jugador mejor pagado de los 17 que constituyen el equipo. Aquella tarde permaneció en el vestidor con todos sus compañeros mientras los rivales de Orlando ya esperaban en la duela. Sonó la chicharra que llamaba al inicio del juego y Milwaukee no apareció.

La chispa que prendieron los Bucks hizo arder a la liga profesional de baloncesto, la más importante del mundo, donde 80 por ciento de los jugadores son negros. Los playoffs se suspendieron por tres días.

El fermento existía. Los jugadores de la NBA, millonarios, privilegiados, pero exprimidos por las demandas comerciales y televisivas habían condicionado en junio su regreso a las canchas en medio de la pandemia de Covid-19 al respeto de sus exigencias de justicia social e igualdad racial. Estaba entonces fresco el asesinato de George Floyd en Minneapolis ocurrido el 23 de mayo. Muchos jugadores participaron en marchas callejeras en protesta por la muerte de Floyd, un ex convicto que recién había llegado a Minneapolis y había perdido su empleo en medio de la pandemia de Covid. Floyd murió asfixiado por un oficial blanco que lo detuvo por presuntamente querer pagar con un billete falso en un comercio y lo sofocó con su rodilla durante 8 minutos y 46 segundos. Varios videos circularon con la escena de agonía.

Nativo de Houston, Floyd era amigo de Stephen Jackson, un ex jugador de la NBA, que lo consideraba su alma gemela. Cuando los dueños y la Liga propusieron en junio reanudar la temporada con estadios cerrados y en situación de aislamiento, en una "Burbuja" instalada en Orlando, Florida, los jugadores condicionaron su regreso alegando que no solo era peligroso por la pandemia sino que había cosas más importantes que jugar basquetbol, como defender los derechos humanos y a su raza.

De manera inusual les fue permitido portar en los dorsales de sus camisetas de juego leyendas reivindicativas de justicia, democracia e igualdad, algo que, por ejemplo, en el futbol profesional es penado con multas y suspensiones. Era una condición para regresar, hacer de la duela un centro de reclamo.

Pero lo de Blake, conocido de inmediato con la viralización del dramático video, los colocó decididamente en la fila delantera de la indignación.

Fred VanVleet, el orquestador en cancha de los Raptors de Toronto, originario de Illinois, de 26 años de edad y pieza clave en el sistema de juego de los actuales campeones de la NBA, lanzó la primera proclama luego de conocer el incidente de Blake.

"Sería bueno si, en un mundo perfecto, todos dijéramos que no jugamos, y el dueño de los Bucks de Milwaukee diera un paso al frente y ejerciera presión sobre la oficina del fiscal de distrito, el fiscal del estado, los gobernadores y los políticos para que hagan un cambio real y haya algo de justicia".

Milwaukee paró y luego todos los demás.

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Desde que Jackie Robinson en 1947 logró jugar en Ligas Mayores de beisbol siendo el primer negro en lograrlo hasta la huelga de agosto pasado en la NBA, ha habido muchas batallas de deportistas afroamericanos por ser aceptados, respetados y reconocidos.

Robinson sufrió prácticamente solo las hostilidades de compañeros de juego y de público. Su estoicismo lo sacó a flote y fue clave en la apertura de una puerta para los afroamericanos en distintos deportes.

Tras el ejemplo de Robinson vino uno más contundente: el de Cassius Clay convertido en Mohammed Alí. Campeón de boxeo en peso completo en la Olimpiada de Roma, Alí se convirtió en un símbolo de la cultura afroamericana. En la cima de su carrera como campeón mundial profesional...

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