El histórico caso de Chinal

AutorAbel Camacho Guerrero
Páginas253-265

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Contemplando otro aspecto de la mentalidad de Francisco J. Múgica, debemos recordar que la revolución tenía una deuda con los miles y miles (sería el millón que nos dicen) de quienes murieron en su afán de hacerla realidad y que en Tabasco la brigada comandada por el bravo y traicionado general pedro Colorado escribió páginas de entereza y sacrificio. Por esto el gobernador, comandante militar en nombre de la Revolución que representaba la entidad, creó recompensas para los deudos de quienes murieron en combate y pensiones para los soldados inválidos a causa de la lucha.

Con todo lo interesante que es la acción de un gobernador, como ésta a la que nos hemos referido con datos sembrados dentro de la rapidez a la que nos obligan las dimensiones de la presente obra, Tabasco, como todas las entidades federativas, esperaba que la revolución se ocupara de haciendas y grandes latifundios, para determinar la suerte de éstos ante el reclamo urgente del campesino. En pocas palabras: saber qué se haría ante el problema agrario.

Francisco J. Múgica sabía por contacto directo con pueblos y comunidades, que los indígenas habían sido desposeídos de sus tierras y condenados a trabajar como peones de campo.

Como michoacano, Múgica conocía la exposición que en 1799 hizo el obispo de Valladolid, (Morelia), Manuel Abad y Queipo, a la Corona Española, en la que proponía:

"Hágase para la Nueva España una Ley Agraria, semejante a la de Asturias y Galicia, según las cuales puede un labrador bajo ciertas condiciones, romper tierras que los grandes propietarios tienen incultas de siglos atrás. En daño de la industria nacional".

Múgica conocía también el pensamiento agrario del Siervo de la Nación, el señor Morelos, (para él era su gran héroe); que Maximiliano de Habsburgo expidió una Ley agraria (Noviembre 1º de 1865), en la que se ordenaba la restitución de la tierra la indígena y el reparto de las haciendas entre el pueblo carente de ella sin que Maximiliano hubiera tenido oportunidad de hacer cumplir esta ley, porque se atravesó en su camino Cerro de las Campanas.

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Múgica sabía a la vez que durante la administración porfiriana comenzaron a operar las compañías deslindadoras (1883) del territorio nacional, a las que el gobierno porfiriano pagaba sus deslindes con la tercera parte de la tierra deslindada y que frecuentemente la superficie deslindada, que permanecía bajo el dominio de la nación, era vendida a las mismas compañías a un precio escandalosamente bajo.

Además, que decir de la influencia que ejercieron en Múgica los artículos de Ricardo flores Magón en que fulgía incrustado como flor de fuego el lema "Tierra y Libertad".

El Gobernador ya había leído por esos días el libro Los Grandes Problemas Nacionales de Andrés Molina Enríquez, el que mucho lo impresionó, según solía decirnos.

A lo anterior se debe agregar que el mismo Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, quien sistemáticamente se había opuesto a que se afectaran haciendas, ahora con fecha diciembre 12 de 1914 -presionado por la insubordinación de Villa- expidió el decreto en el que expresó que deberían dictarse...

"Leyes Agrarias que favorezcan la formación de la pequeña propiedad raíz, legislación para mejorar la condición del peón rural, del obrero, del minero, en general, de las clases proletarias y más aún el señor Carranza, en los considerados de su Ley Agraria, (propiamente decreto), de enero 6 de 1915 dijo: Que una de las causas generales de malestar y descontento de las poblaciones agrícolas de este país, ha sido el despojo de los terrenos de propiedad comunal o de repartimiento que le habían sido concedidas por el gobierno colonial, como medio de asegurar la existencia de la clase indígena, y que a pretexto de cumplir con la Ley del 25 de junio de 1856 y demás disposiciones que ordenaron el fraccionamiento y reducción a la propiedad privada, de aquellas tierras entre los vecinos del pueblo a que pertenecían, quedaron en poder de unos cuantos especuladores.

Con la misma ley el señor Carranza creó la Comisión Nacional Agraria, las Comisiones Locales y los Comités Particulares Ejecutivos Agrarios.

Tras el decreto del 6 de enero de 1915 triunfaba la sonrisa inteligente de don Luis Cabrera.

Ahí están, pues, el problema agrario de Tabasco, el anuncio de una legislación incipiente para atacar esta materia y un gobernador con mística revolucionaria, que vive con lealtad sus convicciones y que arremete contra los gigantescos molinos sin cuidarse de las circunstancias de la desviación y demagogia, que un caballero andante de la revolución debe destruir para liberar de falsos y mal nacidos hijodalgos a campesinos oprimidos por la miseria y sacudidos hasta lo íntimo, por su angustia, ignorancia, hambre y enfermedad, derivadas de la organización social.

El gobernador es hombre de carácter reflexivo, pero también de ejecución. Un pequeño libro que contendrá su filosofía social lo muestra así con el título de la obra prendido en la portada: Hechos, No Palabras.

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El curso del prolongado devenir político enseñaría a México la vergonzosa historia de gobernantes que hablan y hablan hasta que cansados de hablar se convierten en la frágil estatua de sal, incapaces de acción heroica, o que si actúan, lo hacen contradiciendo sus palabras.

Recién asumió sus funciones de gobernador el hoy general brigadier, un grupo de vecinos del municipio de Jonuta llegó a su presencia en el palacio de gobierno, con vieja y reiterada solicitud contenida en un bien elaborado escrito en el que se asoma la mente y mano de algún leguleyo que interpretó adecuadamente la angustia y reclamo de justicia de los campesinos, víctimas de la típica desposesión de sus tierras.

Para contemplar un caso que dibuja la inquietud que flagela las espaldas de un grupo de campesinos desde apenas fallecido don Benito Juárez; la línea agrarista sin desviaciones de Francisco J. Múgica y la porfiada oposición de don Venustiano Carranza a realizar la forma agraria, no obstante sus impresionantes decretos de diciembre 12 de 1914 y 6 de enero de 1915, aquí nos referimos, nada mejor que transcribir los documentos que firmaron los protagonistas de lo que se conoce, o deberá conocerse, mejor dicho, para el buen prestigio de la revolución constitucionalista, como el sonado caso de "Chinal".

Dicen al gobernador en su escrito los vecinos de Jonuta:

"Que desde el año de 1833 se viene gestionando por esta Villa representada por su ayuntamiento en todas sus gestiones y en los años 1841, 1874, 1882, 1890, 1895 y 1912, la adquisición de los ejidos de que carecen. Que a este municipio en tiempos que se remontan al citado año de 1883, y antes, tenían como ejidos la mitad de la isla "Chinal", terrenos que en uno de sus extremos, se encuentran frente a esta población, separándolos solamente de ésta el río Usumacinta. Que en tiempos de nuestro héroe y benemérito de América, el señor licenciado Benito Juárez, se dictaron leyes que no favorecían y se gestionó el asunto de los dichos ejidos de ese lugar. Que se nos ordenó por el Supremo Gobierno, que se reconociera la posesión que tenían los habitantes de esta villa de la media isla "Chinal" citada. Que desde luego sin saber por qué, se concedió en propiedad dicho terreno a los señores Benito Anizán y Compañía. Que este Municipio nunca ha tenido ejidos reconocidos por ley que debería tener. Que sus pobres y humildes ciudadanos que forman el 90% de su población, se han visto obligados desde la enajenación del terreno en donde trabajan, a emigrar por el hambre a distintas fincas de ricos potentados y compañías extranjeras en busca del sustento para sus familias, en grave perjuicio de sus vidas, por las malas condiciones de las aguas y alimento en donde van a trabajar, y grave perjuicio de la agricultura del lugar, dando por resultado la acentuada pobreza en que han vivido y viven. Que el 70% cuando menos, unos por muerte proporcionada en esos trabajos y muchos porque no tienen ocupación, no vuelven al lugar y andan errantes por distintas fincas rústicas y poblaciones aún muy lejanas. Siempre con el dorado sueño de volver a su terruño, cuando la providencia y los sabios gobernantes les proporcionen un pedazo de tierra de labor. Que el número de ciudadanos pobres que emigraron en busca de

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esos trabajos, no bajan de veinticinco hombres anuales; y que esto viene sucediendo sin poderlo remediar desde hace treinta y cinco o cuarenta años. Que desde entonces este lugar se encuentra reducido a la nada si se quiere, por las circunstancias. Por estas consideraciones expuestas muy a la ligera venimos suplicando a usted...

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