Un historiador con alas

AutorYanireth Israde

La relación de los mexicanos con su legado indígena debe basarse en el conocimiento, más que en la idealización o la negación, considera el historiador Alfredo López Austin, Premio Nacional de Artes y Literatura 2020 en el campo de las Ciencias Sociales y la Filosofía.

"Emotivamente nos cargamos a uno u otro lado, pero no es cuestión de emociones, sino conocer nuestro pasado para conocer nuestro presente y para poder proyectar nuestro futuro. No es una cuestión simplemente de gusto o disgusto. Es una cuestión de saber para poder vivir mejor", dice en entrevista el investigador emérito de la UNAM, originario de Ciudad Juárez, Chihuahua, donde nació en 1936.

Los empeños de López Austin por conocer los mundos prehispánico e indígena son anteriores incluso a su formación profesional como historiador. Y es que, como estudiante de la Licenciatura de Derecho, que antecedió a la de Historia, había dedicado su tesis de grado a este tema: La constitución real de México-Tenochtitlan.

Para el también autor de Los mitos del tlacuache, Caminos de la mitología mesoamericana, mudar de disciplina implicó también cambiar de residencia.

Porque López Austin era un prestigioso abogado en Chihuahua que ganaba 15 mil pesos que decidió abandonar su profesión para trabajar en la Ciudad de México, invitado por el historiador Miguel León Portilla. Obtendría 3 mil pesos en dos trabajos, al tiempo que estudiaría Historia, carrera que cursó de 1965 a 1968 en la Facultad de Filosofía de la UNAM.

"Él pensó que yo diría que no, porque estábamos tan a gusto allá", ha contado su esposa Martha Luján. "Pero le dije: '¡Vámonos!, y nunca nos hemos arrepentido" (REFORMA 05/09/2013).

LOS RELATOS SEMILLA

Desde muy joven, López Austin desarrolló una diversidad de tareas -carpintería o fontanería, y hasta arreaba ganado-, aconsejado por su padre, quien le recomendó conocer varios oficios. Incluso en el negocio de éste, fabricante embutidos, solía barrer, atender la caja o conseguir los materiales necesarios.

Su abuelo materno le contaba la historia de la Conquista y también escuchaba relatos de la mujer tarahumara que le cuidaba.

Posteriormente, en la escuela, descubrió otras narraciones, contenidas en libros de religión y mitología, materias que le cautivaron, y siguen haciéndolo.

"Es un enorme gusto seguirme dedicando a esto", señala a REFORMA el ensayista que ha reflexionado sobre los mitos, cuya parte estructural, nodal, se conserva, mientras sus personajes y sus aventuras...

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