Hölderlin y lo no-dicho: sobre la cuestión del silencio en la interpretación de Martin Heidegger de su poesia.

AutorMartínez Matías, Paloma

Resumen: En continuidad con una investigación previa, este trabajo se propone mostrar la importancia del tema del silencio en la interpretación heideggeriana de la poesía de Hölderlin y analizar el sentido ontológico que en ella adquiere. Para ello se indaga sobre la íntima conexión que Heidegger establece entre el silencio y el decir poético de Hölderlin, en la problemática pretensión que le atribuye de decir el ser salvaguardando a un tiempo su carácter indecible. Comprender tal pretensión exigirá atender al descubrimiento del poeta de la simultánea aheridad y dependencia de la modernidad con respecto a Grecia, y estudiar el modo en que esta cuestión determina tanto su poetizar como los recursos que, a juicio de Heidegger, utiliza para hacer aparecer el ser en su palabra como lo no-dicho.

Palabras clave: lenguaje, lo indecible, ontología, Grecia, metafísica

Abstract: Following a previous research, the purpose of this paper is to highlight the importance of silence in the Heideggerian interpretation of Hölderlin's poetry, and to analyze the ontological nature that this topic acquires in it. In order to do so, it explores how intimately Heidegger connects the idea of silence and Hölderlin's poetical saying, to which he attributes the problematic endeavour of saying the Being whilst safeguarding its unsayable nature. To fully fathom this effort, special attention should be paid to the poet's discovery of the simultaneous alterity and dependence of modernity with regard to Greece, and to the study of the way in which this matter determines his poetry, as well as the poetical resources which, according to Heidegger, he uses in order to make the Being appear in his saying as the unsaid.

Key words: language, the unsayable, ontology, Greece, metaphysics

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La impronta del singular diálogo que Martin Heidegger emprende con los inicios de la filosofía en Grecia se torna especialmente visible en la estrecha vinculación establecida en su pensamiento entre el ser y el lenguaje. Desde el comienzo de su dilatada trayectoria, su interrogación por el ser se remonta a la experiencia más antigua del decir para analizar en ella el significado del término lógos y descubrir así que la esencia del lenguaje se revela inicialmente a la luz del ser. O, lo que es lo mismo, que sólo porque el légein griego alude al dejar ser o aparecer de cada cosa como aquello que es, puede a la vez nombrar el decir que acontece en el hablar humano. (1) Asumiendo el legado de esta experiencia temprana transmitida por el lógos, Heidegger concibe el lenguaje como el lugar mismo de la comparecencia o el haber de las cosas. Sin lenguaje que lo lleve a aparecer, subraya insistentemente en los años treinta, no hay presencia del ente ni tampoco patencia de su ser. De no encontrarse de antemano atravesado por la posibilidad del decir, el ser humano no se hallaría expuesto al ser ni se distinguiría de otros entes--la piedra, la planta, el animal--por su constitutiva referencia a él. (2) A la manera de una constante cada vez más acusada, el lenguaje se instituye en la obra de Heidegger en la dimensión donde arraiga y se vertebra la abertura al ser característica del ente que somos o ser-ahí (Dasein), abertura que lo define ontológicamente en su condición de espacio o "ahí" (Da) para la manifestación de todo cuanto es. (3)

Sin embargo, puede resultar de entrada contradictorio que, casi con idéntica constancia, la reflexión heideggeriana en torno al lenguaje como momento insoslayable del pensar sobre la cuestión del ser se ligue igualmente al asunto del silencio, del callar, de lo no-dicho y lo indecible, hasta el punto de llegar a la paradójica enunciación de que "el ser es lo más dicho y a la vez el silenciamiento (Verschweigung)". (4) Advirtamos por lo pronto que en Ser y tiempo la propiedad de la existencia, mediada por el estado de ánimo de la angustia, se inscribe en el necesario callar del ser-ahí ante el hundimiento de la significatividad del mundo y la percepción de la finitud de su ser. (5) A partir de los años treinta la tematización directa de la esencia del lenguaje sitúa de manera reiterada su origen y fundamento en el silencio o el callar, (6) postulado que culmina en la década de los cincuenta con la determinación de la esencia del habla como el son del silencio. (7) En el transcurso de este periodo se observa cómo en diferentes contextos, y de forma también recurrente aunque más o menos explícita, el ser se presenta, en su relación con el hablar y el decir, con las designaciones de lo nohablado (das Ungesprochene), lo no-dicho (das Ungesagte) o lo indecible (das Unsagbare).

Esta aparente incoherencia entre la atribución al lenguaje del lugar de mostración del ser y el entrelazamiento de este último con el silencio o su apelación en términos de lo indecible descansa en última instancia sobre la complejidad que, en su formulación heideggeriana, entraña la cuestión ontológica: la susceptibilidad del ser para devenir cuestión o problema no depende sino del pliegue, del doblez o la duplicidad que, para Heidegger, anida en el hecho de que "ser" signifique, por un lado, el ser de ésta y aquella cosa--la presencia de ésta y aquella cosa--y, a la vez, cierto entramado de remisiones o trasfondo de abertura oculto e irreductible en su ocultación que soporta y posibilita, quedando siempre atrás, ese ser de cada cosa. (8) Sólo en virtud de ese pliegue o doblez contenido en el término "ser" resulta inteligible la asimismo paradójica afirmación de que la presencia en cuanto tal estriba en el fondo en un sustraerse: eso que los griegos dieron en llamar eón--forma arcaica del ón--se dispensa, en una suerte de movimiento de diferenciación que a la par conserva su unicidad, como distancia o quicio entre el ente y su ser, como hiato entre cada cosa que aparece y el ocultarse de aquello en lo que su aparecer consiste por no constituir presencia alguna. (9) En definitiva, el eón se da como diferencia entre el mostrarse del ente a costa del hurtarse del ser, pero sin que ambos momentos se dejen pensar de manera separada, ya que es precisamente en ese juego unitario de mostración y encubrimiento, de comparecencia en la retracción, de abertura exhibida exclusivamente en su cierre y reserva, donde se perfila la problemática configuración del ser.

A propósito del señalado ensamblaje entre el ser y el lenguaje, pero considerando el encubrimiento intrínseco del primero, Heidegger sentencia que "al ser no sólo pertenecería el ocultamiento, sino que el ocultamiento tendría una referencia destacada respecto al 'decir' y ésta sería el silenciamiento. Entonces el ser sería el silenciamiento de su esencia." (10) Según se desprende de este texto, el silencio pretende dar razón de la forma en que la ocultación del ser se expresa en el marco del decir: a consecuencia de su específica retirada, es el ser mismo el que se silencia o acalla en el lenguaje. Esto vendría a justificar, al menos parcialmente, que desde la perspectiva del hablar humano y de su correspondencia a tal silenciamiento, al ser se arrogue la condición de lo no-dicho y lo indecible. Pero si pese a ello y de acuerdo con la idea de que sólo en el lenguaje acaece su manifestación, el ser es también "lo más dicho, porque lo decible sólo puede ser dicho en el ser", (11) se hace necesario plantear la cuestión acerca de cómo pueden llegar a articularse, en el seno del lenguaje, ese decir del ser y su silencio que implican tanto su mostración como su encubrimiento. Semejante pregunta equivaldría al intento de aclarar de qué manera en el lenguaje, en cuanto dimensión propia de aparición y presencia de las cosas que son, alcanza a hacerse patente el pliegue o doblez por el que tal ser únicamente se deja ver en su sustracción, tratando de despejar al mismo tiempo la incógnita del significado del silenciamiento o naturaleza indecible que en relación con dicha sustracción se le atribuye. Ahora bien, ya en estos interrogantes, y en su voluntad de atenerse a la visión heideggeriana del lenguaje expuesta, queda sugerido que ese silenciamiento o no-decibilidad del ser no podrá apuntar a un más allá o afuera del discurso: lejos de aludir al silencio místico de lo ajeno al lenguaje, y de forma análoga a la concepción del callar como un modo de ser del habla en Sery tiempo, (12) el silenciamiento o acallamiento del ser acontece dentro del propio terreno del decir.

En un estudio precedente (13) concluí que la importancia que el tema del silencio cobra en los textos de Heidegger se extiende a tres ámbitos diferentes del lenguaje: el decir trivial--anudado de forma relevante al silencio en Sery tiempo por medio del mencionado callar del ser-ahí en la modalidad existencial de la propiedad, de la que en última instancia será tributaria la elucidación del sentido de su ser--, el decir filosófico --en cuyo contexto Heidegger se enfrenta en su obra temprana a la imposibilidad de aprehender conceptualmente el ser sin objetivarlo ni convertirlo en ente a través del problema de la "indicación formal"--(14) y, por último, el decir poético. La trascendencia de esta esfera del decir proviene del valor que se le asigna cuando, sobrepasado el carácter existenciario del habla en Ser y tiempo en función del cambio de perspectiva o "giro" (Kehre) de su pensamiento, la cuestión del lenguaje se enfoca no ya desde el ser-ahí, sino desde el ser mismo para preguntar abiertamente por su esencia. En el curso que Heidegger dedica por entero a este problema en el verano de 1934, se declara que es en el poetizar--y no en el decir trivial o cotidiano, contemplado a partir de su uso diario como un mero instrumento de comunicación--donde tal esencia se exhibe, dado que en él el lenguaje "acontece como potencia creadora de mundo, es decir, [...] prefigura de antemano el ser del ente y lo lleva a articulación", (15) Frente al decir cotidiano, que encubre o deja pasar inadvertido el llevar a presencia que entraña, la peculiaridad del decir...

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