Guadalupe Loaeza / El virus de la Corona

AutorGuadalupe Loaeza

Ayer fue el cumpleaños 95 de Isabel II, del Reino Unido. Siempre he pensado que Elizabeth Alexandra Mary es una mujer extraordinaria. Una mujer que ha entendido muy bien cuál es su responsabilidad, por lo que ha sacrificado su vida para ser la monarca perfecta de su país. A la muerte de su padre, Jorge VI, tuvo que convertirse en reina en 1952. Entonces llevaba cinco años de estar casada con Felipe de Edimburgo, del cual estaba perdidamente enamorada. Hay que decir que siempre ha servido con toda su voluntad y ha entendido su rol como la reina, es decir, sin ningún poder político. Tuvo cuatro hijos. Los dos mayores nacieron cuando ella era demasiado joven y estaba entendiendo lo que era ser la reina de Gran Bretaña. Sus dos últimos hijos nacieron en muy buen momento, tanto de su matrimonio como en su reinado.

Después de tantas crisis, claudicaciones, muertes, divorcios, mentiras, pedofilia y demás, el último escándalo de la casa real es la entrevista de Meghan Markle y el príncipe Harry en el programa de Oprah Winfrey, vista por 17 millones y medio de televidentes. En ésta nos percatamos de que Megan no entendió nunca lo que implicaba ser parte de la familia real inglesa. Nunca soportó el hecho de que su marido, aunque un príncipe muy querido por toda la población inglesa, no iba nunca a tener una posición privilegiada dentro de la monarquía. De allí que se haya convertido en una especie de virus de la Corona.

Para entender mejor lo anterior, imaginémonos en el interior de la habitación de la reina de Inglaterra. Las largas cortinas de seda, color azafrán, de los grandes ventanales del Castillo de Windsor, están totalmente cerradas. Aunque las banderas ya no ondean a media asta por la muerte del príncipe Felipe, la casa real continúa de riguroso luto, por ello, ayer no se escucharon las clásicas salvas de cañón que se acostumbran lanzar en Hyde Park y desde la Torre de Londres. Después de la pequeña reunión familiar que se congregó en el salón verde del castillo y de varias videollamadas hechas a sus hijos Carlos y Andrew, y con sus nietos y bisnietos, la reina Isabel II decidió retirarse a sus habitaciones. Además de sentirse cansada, al otro día le esperaba una pesada jornada de trabajo. Muy temprano como de costumbre recibiría el maletín rojo de piel con los asuntos de Estado pendientes...

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