Guadalupe Loaeza / Napoleón

AutorGuadalupe Loaeza

El miércoles pasado se cumplieron 200 años del fallecimiento de Napoleón. De esta forma se cerraba un círculo de la vida de quien naciera en una isla, viviera en una isla y finalmente muriera en la Isla Santa Elena, el 5 de mayo de 1821.

"¡Viva la República!", exclamó el presidente de la República, Emmanuel Macron bajo la cúpula del Instituto de Francia, al finalizar su discurso que expresara como homenaje al "genio" de un hombre, "que forma parte de nosotros", apuntó categórico el mandatario consciente de la controversia que significaba el homenaje. "Amamos a Napoleón porque su vida tiene el gusto de lo posible, porque su vida fue una invitación a tomar riesgos y tener confianza a la imaginación". Los estudiantes de diferentes liceos, los únicos invitados, escuchaban a su Presidente sorprendidos y a la vez conmovidos.

No hay duda que Napoleón sigue siendo en Francia un personaje sumamente controvertido, es amado o bien, odiado. Muchos de sus biógrafos lo consideran "un déspota ilustrado" y le reprochan que habiendo nacido en Córcega, siempre odió Francia, le reprochan que no hablaba bien ni francés ni italiano, pero sobre todo, hacen hincapié en su obsesión por el poder, su culto de la personalidad, su coronación como emperador, su autoritarismo sin límites, su arribismo, y por consagrar ante la ley la inferioridad a las mujeres. Tal como sucediera en 1804, año en que se publicara en el Código Napoleónico, "que la Revolución había asignado a las mujeres el derecho a la propiedad e igualdad jurídica, y estableció el hogar como el espacio femenino por excelencia". Otra sombra oscura en el legado napoleónico fue la decisión que se tomó en 1802 de reinstaurar en las colonias francesas la esclavitud, que la Revolución había abolido en 1794. De hecho, Francia fue el primer país del mundo en haberla restablecido.

Todo en la vida de Napoleón sucedió con una intensidad insospechada, todo demasiado rápido. Si en algo creía el emperador era en la suerte y en el destino. Antes de contratar a sus mariscales, les preguntaba si habían tenido suerte en su carrera militar, si dudaban, prefería no contratarlos. Napoleón creía igualmente en el destino, sobre todo en lo que se refería al amor. Dice una de sus tantas biógrafas, Francoise Wagener, que sin Josefina, su primera mujer, Napoleón no hubiera sido completamente Napoleón. "Fue la mujer que más amé", confesó cuando se enteró que había muerto. Pero también fue la mujer que más lo traicionó, lo engañó con...

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