Guadalupe Loaeza / 'El extraditado'

AutorGuadalupe Loaeza

"No es una apología del narcotráfico", afirma Juan Carlos Reyna (Tijuana, 1980) respecto a su reciente libro El extraditado (Edit. Grijalbo). No obstante, al leer los testimonios de Benjamín Arellano Félix, por momentos, queda uno seducido por el personaje. "La droga no me gusta don Neto, a mí lo que me gusta es trabajar", le dijo Benjamín, alias el Min, a los 17 años, a Ernesto Fonseca Carrillo, al ofrecerle un cigarro de mariguana.

Juan Carlos Reyna, junto con la coautora, Farrah Fresnedo, emprendieron una misión en octubre del 2013 que originalmente era contar episodios de su vida donde narrarían algunos encuentros que Farrah había tenido con líderes de los cárteles, entre ellos, el Min. El proyecto tomó dos caminos distintos, primeramente ambos vivieron crisis personales vinculadas con las adicciones y, una vez recuperados, el segundo camino fue buscar al personaje central de esta historia, al "extraditado", quien desde el 2011 enfrentaba un proceso legal en California en una cárcel de alta seguridad.

Farrah con sus contactos, como abogada en Estados Unidos, le escribió a Arellano Félix recordándole su encuentro en Almoloya de Juárez siete años atrás. En su carta le proponía contar su historia para un libro. La sorpresa fue la respuesta del Min. A pesar de haber pasado tanto tiempo, Arellano Félix le evocó a Farrah la plática de futbol y telenovelas que sostuvieron durante su último encuentro en México. Al cabo de dos meses de correspondencia, el Min le confirmó en una carta que había agregado los nombres de Juan Carlos y el de ella en su lista de visitas. Hasta ese momento solamente había recibido a sus hijos en el penal.

"Era viernes 13 de diciembre del 2013", recuerda el autor. No se podía meter papel, plumas y artículos electrónicos como celular, cámara o grabadora; tenían que memorizar las conversaciones con el Min. Este encuentro se repitió por seis ocasiones más, con una duración de seis horas cada una (con una condición, que fuera acompañada con dos latas de Coca Cola y un pay). A la segunda visita Juan Carlos ideó una estrategia para tener la información lo más fidedigna posible. Al salir de la prisión, él registraba lo que recordaba de la entrevista en una grabadora que había enterrado en uno de los matorrales cercanos a la cárcel. Además, completaban la información intercambiando entre los dos sus respectivas impresiones. El resultado de estas conversaciones que duraron más de 40 horas es lo que presentan en el libro...

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