'La gente se puso a llorar'

AutorLuis Fernando Lozano

"A partir de ahora, mexicanos, el petróleo es nuestro". Esas palabras de Lázaro Cárdenas del Río quedaron grabadas en la memoria de Raúl Muñoz, un testigo presencial del discurso que, sobre la Expropiación Petrolera, pronunció el entonces Presidente desde el balcón central del Palacio Nacional.

Era 23 de marzo de 1938, habían pasado cinco días desde que Cárdenas tomara esa decisión histórica y la anunciara en un mensaje de radio. Aquella tarde, sobre la plancha del Zócalo, había miles personas escuchando al general.

"Yo alcancé a ver el Zócalo lleno hasta los portales de Madero. Le aseguro que de escuincles habíamos por lo menos unos 3 mil y, de la gente, pues ya ahora calculándole yo creo que sí había más de 400 mil. De por dónde vinieron, no sabría decirle".

Don Raúl tenía entonces ocho años. Vivía con su madre a unas cuadras del Zócalo. Como ella trabajaba, él se pasaba casi todo el día en la calle, con otros niños de la vecindad.

Aquella tarde, los asistentes formaban un mosaico heterogéneo: campesinos con calzón de manta, obreros, amas de casa, y hombres y mujeres de sombrero, abrigo y paraguas.

Cinco días antes, el general Cárdenas había sostenido una reunión a puerta cerrada con sus hombres de confianza y con los empresarios petroleros, en su despacho de Palacio Nacional, después de la cual envió un mensaje por radio en el que daba cuenta a la nación de que el Estado controlaría la explotación de ese recurso.

Al día siguiente signó el decreto expropiatorio y para el miércoles 23, la Confederación de Trabajadores Mexicanos (CTM) convocó a un "desfile" de solidaridad con el sector petrolero.

La invitación sería replicada por el director del departamento del Trabajo del gobierno cardenista, Antonio Villalobos; por los diputados y senadores "revolucionarios" y por el Partido Nacional Revolucionario (PNR), convirtiéndose en un mitin de apoyo al Presidente.

A los trabajadores al servicio del Estado se les permitió salir a las 10:00 horas, para que pudieran participar en la movilización.

En aquel entonces, en el Zócalo había jardineras y palmeras. Y, según don Raúl, la asistencia fue tal, que ninguna flor amaneció al día siguiente. "Las pisotearon todas".

La multitud celebró con lágrimas y aplausos.

"Le aplaudieron, yo calculo como 10 minutos. La gente grande se puso a llorar oyendo al señor general Lázaro Cárdenas. Y los chamacos pues no entendíamos qué era eso del petróleo, y nos decíamos el uno al otro '¿y por qué lloran?', 'quién sabe...

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