Genio y figura / El placer del placer

AutorGaby Vargas

¿Cómo te enseñaron a ver el placer? ¿En tu familia se reprimía o se celebraba? Por ejemplo, ¿se le daba importancia a pasear o irse de vacaciones, a la buena comida, al juego y a la risa? ¿O el mensaje era que había que reprimir el deseo y volcarse en el sacrificio como medio para ser una buena persona y agradar a Dios?

Partamos del hecho de que el placer es una energía, un regalo de la vida, un poder biológicamente natural cuyo fin es invitarnos a la procreación, al gozo y al desarrollo.

El placer es parte integral de los seres humanos, una habilidad más para despertar la conciencia. Ir hacia él nos abre y nos expande para regresar al mundo lo que éste necesita de cada uno de nosotros. Además, es tan benéfico y necesario para vivir como el alimento y el aire.

Disfrutar el placer nos cimbra, nos relaja, nos hace sentir vivos y nos conecta con el todo; sin embargo, para que eso suceda, nos exige estar presentes y valorar nuestros sentidos, los cuales nos permiten recrearnos con la experiencia.

Si algo o alguien nos es placentero, es muy probable que deseemos explorar más nuestra relación, movernos hacia él, hacerlo parte de nuestra vida; puede ser desde un trabajo o un lugar hasta una persona. En cambio, si algo no es placentero, tendemos a evitarlo o negarlo.

IGNORAR EL PLACER NO ES UNA OPCIÓN

Cuando nos cerramos al placer nos negamos a nosotros mismos, rechazamos el poder de la vida y su potencial, perdemos la habilidad de encausar nuestro camino por el sendero que nos proporciona paz y nos lleva al éxito. Cuando reprimimos el placer, el cuerpo se vuelve rígido y se desconecta del mundo exterior.

Sobreviene la sensación constante de que nos falta algo para sentirnos plenos, sin que podamos apuntar bien a bien de qué se trata. En cambio, cuando lo dejamos fluir con libertad, el cuerpo, el espíritu y la mente se cargan de energía.

Lo interesante es que hay placeres que nos buscan, que tienen inscrito nuestro nombre y provocan que la vida fluya. Lo notamos en la manera en que nos enamoramos de algo o de alguien: así, sin más, nos hace ser y sentir que somos mejores...

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