La Gaceta del Charro / La pinta y el colorado

AutorGermán Dehesa

Hace ya varios días escribí aquí que, para mi gusto, tanto el sudoroso Bejarano como la afligida Rosario y el confeso Imaz tendrían que estar en el bote. Luego me quedé pensando que esto no es cuestión de gustos, sino de aplicación de la ley y que esta aplicación no es, ni debe ser tarea de nosotros los opinadores. Ya con esto me tendría que haber quedado tranquilo, pero resulta que son tiempos de desasosiego y resulta también que nuestros aplicadores de la ley (en este caso, el relampagueante Sherlock Bátiz) son de tal modo ineptos y pachorrudos que, como diría la que me amó antes de conocerme: no se les puede encargar nada, porque todo lo hacen mal. Dejemos a un lado a Digna Ochoa y a toda la enorme lista de "pendientitos" y concentrémonos en el videoasunto de Ahumada y sus paniaguados. La ejecutoria de Bátiz no puede ser más desastrosa. Ponce sale en la tele dándole durísimo al naipe, con voz de legaña irrumpe Bátiz y anuncia que nada escapa a su olfato de sabueso y que a Ponce ya lo traían marcadísimo. Acto seguido, Ponce desaparece. Se descubre lo de Ahumada y ¡la de malas!, también desaparece, aunque Bátiz nos comunica su hábil deducción de que la tepocata pampera no ha salido del país. Como verán, el Procurador del DF es casi tan sagaz como el inspector Clouseau, el de la Pantera Rosa. Tan chacotudo es todo esto, que los otros indiciados (R. Robles, Johnny Bravo Bejarano, Imaz y eventualmente Lazarito) ni se toman el trabajo de pelarse pues con los tiempos y los ritmos que emplea Bátiz, no es pensable la aprehensión antes del 2040. Por todo esto digo que, aunque no es mi asunto condenar ni señalar penas, la verdad es que dan muchas ansias.

Más ansias me dieron todavía ayer lunes con la función de títeres que organizaron Bejarano (función de tarde) y Rosario Robles (función de noche). Para encabezar un comentario sobre esta doble jornada, hay que hacer una pregunta que, a su modo, ya contestó Juan Ruiz de Alarcón. La pregunta es ésta: ¿puede un pillo (o una pilla) decir la verdad?; yo respondería que sí, pero que, en sus labios, siempre será la verdad sospechosa. Esto para comenzar, pero, además, entre las xaladas de Bejarano y los tardíos arrebatos de Rosario (a quien, poishita, sólo le quedan tres mil pesos) no hay manera de racionalmente concederle a uno u otro la menor credibilidad. El héroe épico...

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