Gabriela Warkentin / Aborto y libertad

AutorGabriela Warkentin

Nunca quise tener hijos.

No hubo en ello decisión meditada sobre el estado del mundo o la sobrepoblación. Ni problemas de fertilidad u otro impedimento de salud. Y nunca aborté, no estuve en esa situación. Pero sabía que, si tuviera que hacerlo, lo haría. Y si algún día quisiera ser madre, lo intentaría. Pariendo o adoptando. Con los años, he acompañado a personas a abortar, a otras a parir, he abrazado a las que no lograban gestar y me he espejeado en quienes decidían no hacerlo. Así es la vida.

Y estoy consciente del privilegio que significa vivirla en razonable libertad.

Libertad de tomar las decisiones que una cree correctas y de contar con una red de apoyo para significarlas.

Pero no siempre es así para las personas en condición de gestar: las luchas por conseguir que todas puedan gozar de la libertad de sus decisiones han sido intensas y cruentas. Con todo, hoy en México tenemos 10 entidades federativas en que, de una u otra manera, se ha despenalizado el aborto y un fallo de la Suprema Corte que sirve de paraguas para que nadie pise la cárcel por el hecho de haber abortado. Falta muchísimo y nada es irreversible, pero el principio de progresividad que nos rige y los compromisos internacionales suscritos permiten pensar que, por lo menos, en este país la vuelta atrás hacia la cancelación de derechos no será fácil.

¿Por qué tendríamos, entonces, que detenernos en lo sucedido en Estados Unidos cuya Corte Suprema acaba de eliminar el derecho constitucional al aborto? Por sororidad, sin duda. Lo decía bien Rebeca Ramos, directora del Grupo de Información en Reproducción Elegida, cuando en entrevista reciente extendía brazos y abría puertas a las estadounidenses para venir a México a abortar, si así lo decidieran. La nueva geografía de los derechos. Pero también porque urge alertar sobre las guerras culturales que se libran hoy en buena parte del mundo, nuestro país incluido: la regresión de unos por volver hacia un "idílico" estado de las cosas de jerarquías e identidades sin matices, frente a la pulsión de otros por construir un mundo de plenas libertades, identidades líquidas y ciudadanías a conciencia.

Sin duda, los de hoy no son los mismos tiempos de cuando a mi generación le tocó integrarse a la lucha por los derechos de las mujeres. Las estrategias de resistencia son otras, las colectivas están mucho mejor preparadas e interconectadas para combatir. Desde el primer momento en que se dio a conocer el fallo...

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