Gabinete para el poder

AutorZoé Robledo

"Necesitamos a los hombres más fuertes del partido en el gabinete. Éstos eran hombres muy poderosos y yo no tenía derecho a privar al país de sus servicios".

Abraham Lincoln

Respondiendo a la pregunta de Joseph Medill, editor de The Chicago Tribune, sobre la lógica de la conformación de su gabinete (1860).

Semanas antes de tomar posesión como presidente de Estados Unidos de América, el político de Illinois tomó una decisión inesperada y controvertida: nombró a sus antiguos rivales como miembros de su gabinete. Los periodistas se preguntaron preocupados: ¿cómo es posible que haya nombrado secretario de Estado a su principal contrincante en la elección interna de su partido? ¿Por qué fortalecer al rival, si es posible mantenerlo acotado en su escaño del Senado? ¿Cómo funcionaría un equipo así? ¿Existirá un poder bicéfalo? ¿Para qué reparte el poder si puede concentrarlo? Inmediatamente se le dio un mote a la estrategia: "gabinete de rivales".

Corría el año de 1860 cuando el presidente electo Abraham Lincoln tomó esta inteligente decisión. Nombró como secretario de Estado al senador por Nueva York y precandidato puntero por la nominación del Partido Republicano, William Seward, así como a otros dos precandidatos que tenían la peor de las opiniones sobre Lincoln: el gobernador de Ohio, Salmon Chase, en la Secretaría del Tesoro y el juez Edward Bates en la de Justicia.

Lincoln, con un gabinete compuesto por viejos enemigos políticos, ganó la Guerra Civil y logró unir al país. ¿Cómo lo hizo? Quizá entendió que la facultad de nombrar un gabinete está vinculada con la forma en que se va a ejercer el poder. Lincoln transfirió su liderazgo entre los miembros de su equipo, inspiró a los subordinados para vencer pequeñas rivalidades y convirtió su magnánima decisión en una forma de alinear a las fuerzas políticas alrededor de sus objetivos de gobierno. No fue una decisión sencilla, Lincoln sabía que existía la posibilidad de que el "gabinete de rivales" se devorara entre sus miembros, pero también tenía claro que debía correr el riesgo de crear una facción para evitar una rebelión.

Por lo anterior, cuando el presidente electo Barack Obama imitó a Lincoln al nombrar a su ex rival, la también senadora por Nueva York Hillary Clinton, como secretaria de Estado, fue imposible evitar que se hablara de una reedición del "gabinete de rivales" de 1860. ¿Realmente se parecerá el estilo de dirección de Obama al de Lincoln? Quienes argumentan que sí, sostienen que ambos políticos de Illinois provienen de familias humildes, con más experiencia legislativa que administrativa y con un acceso a la Casa Blanca teñido por una crisis mayor. La pregunta es si entre Lincoln y Obama existen casualidades o inspiraciones.

La estrategia del "gabinete de rivales" es una buena señal. Además de Hillary Clinton, otros antiguos precandidatos demócratas fueron llamados en posiciones destacadas a partir de las virtudes que aportarían a un Presidente cuyo talón de Aquiles sigue siendo la inexperiencia. Joe Biden fue escogido como compañero de fórmula para la vicepresidencia por su experiencia en política internacional; Tom Vilsack, el gobernador de Iowa que se convertirá en secretario de Agricultura, entre otras cosas, por coincidir con Obama en el uso de etanol y otros biocombustibles como remedio a la dependencia de Estados Unidos al petróleo extranjero; y Bill Richardson, que además de su extensa trayectoria política como embajador ante la ONU, secretario de Energía y gobernador de Nuevo México, aportaría su condición de hispano al gabinete, un elemento de pluralidad que demostraba congruencia con el discurso de campaña. Sin embargo, Richardson no asumirá el cargo para el que fue nominado inicialmente (secretario de Comercio) ya que se vio obligado a declinar por una investigación sobre concesión de contratos públicos a una firma que donó 110 mil dólares a su campaña política.

Estos tres destacados demócratas fueron precandidatos en lo formal aunque sin posibilidades reales de ganar. No sucede lo mismo con Hillary Clinton. Ella es la verdadera rival y, por lo mismo, su inclusión en el gabinete sigue levantando cejas; algunas de admiración, otras de franca sospecha.

Aquellos que consideran que Obama nombró a Hillary para congraciarse con el electorado femenino y, a la vez, alcanzar un equilibrio de género en su gabinete, desconocen el sofisticado mecanismo que motiva el voto de las mujeres y subestima el poder de los Clinton. En realidad, al recurrir a su ex adversaria como la figura central de una estrategia para reconciliar a Estados Unidos con el resto del mundo, Obama hizo un sencillo cálculo: Hillary suma más de lo que resta. Con ella a bordo, el nuevo Presidente incorpora su probada sensibilidad y experiencia para encontrar nuevos caminos en problemas que...

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