G. Zaid: Encuentros

AutorSilvia Isabel Gámez, Beatriz De León, Maricarmen Vergara y Jorge Ricardo

Escritores y creadores rinden homenaje a Gabriel Zaid, quien llega a las ocho décadas de vida. En esta serie de testimonios, comparten su encuentro con la figura del autor mexicano y destacan el punto que más les interesa de su obra.

Despertador de conciencias

JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Gabriel Zaid es poeta, es ensayista literario, es antólogo (que es una forma de hacer crítica literaria), es un divulgador y un promotor de la lectura como pocos, pero lo que más me importa de Zaid (en donde confluye quizá todo lo anterior) es su pensamiento despierto y su capacidad de hacer pensar a los lectores. Junto con ello, es un escritor que no rinde pleitesía a la fama ni a las vanidades del medio literario y cultural, lo cual es admirable, porque todos los que estamos en este medio, de una u otra forma, acabamos enrolados en lo mismo: la vanidad de la figura pública, la arrogancia de la imagen propia por encima de la verdadera obra. (A veces lo que hay es imagen y ninguna obra. Y esta imagen cree la gente que es el escritor.)

Lo admirable en Zaid es que predique con el ejemplo o que, más bien, haga lo que predica. En un medio tan lleno de vanidades dedicadas a cultivar la fama, Zaid es un ave rara; un escritor que establece el diálogo a través de sus libros y no a través de sus declaraciones. Borges dijo que quizá las opiniones sean lo más superficial de todo escritor, pero advertía también que si uno prescindía de sus opiniones sería imposible conversar. Lo malo de las opiniones es que acaban por ocultar al escritor, y todo termina en cháchara vacía.

Creo que en este sentido, Zaid ha obrado con gran sabiduría y con una congruencia increíble: lo que vale de un escritor es lo que escribe, no lo que declara; lo que reflexiona (en un ejercicio de meditación y análisis), no lo que opina en un arranque de confianza y amor propio. Zaid es un crítico radical de la cultura y de la sociedad, y por ello mismo se ha impuesto una autocrítica radical. Leerlo es animarnos a la reflexión, y desanimarnos a esa forma superficial de la cultura literaria que consiste en opinar sobre todo, sobre cualquier cosa y sobre todo lo demás. Carlos Monsiváis fue el exceso supremo de esta cultura, incluso a su pesar, porque cuando ya se ha formado alguien un perfil y se ha convertido en "un personaje", importa más el personaje que el escritor.

En el caso de Zaid, siempre importa más el escritor que está en sus libros: Reloj de sol, Los demasiados libros, La economía presidencial, El progreso improductivo, etcétera. Nunca lleva su presencia a una actividad literaria (mucho menos a algún homenaje que se haga a iniciativa de sus admiradores y amigos) porque él sabe, y lo ha escrito, que en una actividad literaria lo que importa es la actividad y no la literatura.

Podría decir mucho más al respecto, pero lo mejor es abreviar: Zaid es un despertador de conciencias, un admirable pensador socrático, un escritor imposible (es la verdad) en cualquier medio literario de cualquier país del mundo.

Precisión erudita, ironía tranquila

GILLES BATAILLON

Descubrí a Gabriel Zaid en la década de 1980 a través de libros y artículos de naturaleza muy disímbola. Se trata de Ómnibus de la poesía mexicana, Cómo leer en bicicleta, El progreso improductivo, Colegas enemigos, una lectura de la tragedia salvadoreña. Ya fuera en el terreno de la poesía, de la economía o de la crítica política, su escritura se caracterizaba por una mezcla de precisión erudita y de ironía tranquila. En aquellos años no abundaban las antologías literarias que reunieran textos provenientes de horizontes tan diversos como aquellos que aparecen en el Ómnibus. Raros eran también los autores que describían minuciosamente los impasses del desarrollo estabilizador, del presidencialismo faraónico o de los juegos sangrientos de la disputa por el poder en América Central.

Existía en él un temperamento democrático preocupado por la existencia de pruebas y la constatación a través de la experiencia práctica. Zaid se reía del poder y mostraba sus limitaciones e incompetencias, así se tratara de escritores o de economistas, del presidente de la república o de algún guerrillero que aspiraba a convertirse en éste. Era el hombre capaz de asentar los razonamientos más sutiles en el sentido común o la experiencia compartida de una lectura, un encuentro, una conversación.

Treinta años después, sigue siendo el mismo a pesar del reconocimiento por su obra, e incluso parece haber afinado su sentido democrático. En épocas recientes identificó mejor que muchos las potencialidades de Wikipedia como un espacio en el que lectores y autores interactúan críticamente. De la misma forma, Zaid se propuso extender su público y escribir no sólo para los grandes periódicos y revistas, sino también en la prensa popular. Sus artículos en la revista Contenido abordan a la vez con seriedad e irreverencia temas políticos o literarios de fondo, de los que había escrito en libros como La economía presidencial y El secreto de la fama.

Interlocutor indispensable

MARCO ANTONIO CAMPOS

Tendría que decir dos aspectos: su poesía, que es breve, leve, pero que tiene una carga de dinamita. Y su revisión crítica de la cultura en México. Gabriel Zaid es de una honestidad granítica que sería bueno que también tuviera la derecha liberal. Se puede estar o no de acuerdo con él, compartir o no una ideología, pero ha sido un interlocutor indispensable en el medio literario y cultural en general. No cabe más que felicitarlo en sus 80 lúcidos años.

Pasión por las ideas

ADOLFO CASTAÑÓN

En Gabriel Zaid germina, florece y se vuelve a hacer semilla el amor intelectual, la...

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