Fundan su Macondo

AutorMarcos Vizcarra

Recoveco es un pueblo polvoriento de Sinaloa. En la entrada está el panteón, en el centro la capilla y, al final de la calle principal, los expendios de cerveza. Ese lugar escogió Cruz Hernández para leer a Gabo, su amigo.

"Fue en enero del 2007 cuando hablamos por primera vez por teléfono, dijo. Él ya lo había visto meses atrás, en noviembre de 2006, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, pero aquella vez quedó atónito con la multitud. No se atrevió a saludarlo.

Todo empezó el 6 de marzo de 2002, con una tertulia de estudiantes del Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario (CBTA) 133 de Recoveco, Mocorito.

El que nace en este lugar tiene tres maneras de vivir: trabajar en el campo, migrar o integrarse a las filas del Cártel de Sinaloa.

Cruz es de la Huasteca veracruzana, pero estudió Veterinaria en Sinaloa y fue a Recoveco a dar clases.

El profe Cruz, como le dicen en Recoveco, vio la necesidad de compartir su gusto, porque quizás así nacería una nueva actividad que le compitiera a la baraja y a las pláticas sobre venganzas de capos del narcotráfico.

"Yo vi la necesidad de que se tenía que hacer algo, hasta que llegó un día cuando me acerqué a ellos (los alumnos del CBTA) y les dije que hiciéramos una tertulia, dijo.

Fue un evento clandestino, apuntó, uno donde estuvieron 10 estudiantes, él como moderador, una flor amarilla en medio de la mesa, como si fuera el ánima de García Márquez, jarras de agua y títulos como El coronel no tiene quien le escriba, El otoño del patriarca, Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera y Cien años de soledad.

"Había que contarle al maestro, indicó, y así fue.

Habló a la Ciudad de México, a la redacción de la revista Proceso, donde escribía García Márquez. Contestó un hombre de nombre Ángel Sánchez, quien escuchó la historia.

"Le hablo de una zona rural, de una escuela de hijos de campesinos y ejidatarios, en la que comenzamos una tertulia para comentar las obras del maestro.

Quizás Ángel Sánchez no sabía de Recoveco, el pueblo donde apenas viven mil 600 personas y tiene una sola calle pavimentada, pero le creyó al profe Cruz. Al día siguiente de la llamada le envió un correo con el contacto de Mónica Alonso, la asistente de García Márquez.

Habló con Mónica Alonso, le contó que había un pueblo en Sinaloa que se llamaba Recoveco, donde se leía sobre los Buendía, sobre el Coronel y del doctor Juvenal...

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