Fraudes corporativos: El gran pecado capital

AutorArmando Talamantes

Todas las monedas y billetes emitidos por Estados Unidos tienen grabada la leyenda "In God we trust". Habría que preguntarle a Dios si él confía en todos los ejecutivos de las poderosas compañías que manejan miles de millones de dólares.

Y es que varios altos directivos de ese país han sucumbido ante la tentación y cometieron un pecado capital: la avaricia. Su flaqueza desquicia los mercados durante el 2002, provoca el colapso de prominentes firmas y causa un alud de acusaciones en las esferas política y empresarial de la nación más poderosa del planeta.

Más de 25 grandes compañías estadounidenses son investigadas por supuestos fraudes y alteraciones en su contabilidad, una docena de altos ejecutivos y presidentes de corporaciones están bajo la lupa de las autoridades, y varios ya duermen tras las rejas.

El "affaire", que apunta a convertirse en el escándalo más sonado de principios de siglo, se desenvuelve en un escenario donde incluso la Casa Blanca ha resultado salpicada por las acusaciones de corrupción.

La trama es sencilla, pero se vuelve complicada por las operaciones contables y financieras que subyacen, y la intrincada red de colusión y contubernios fabricada entre los actores protagónicos.

¿Por qué es simple? La avaricia lleva a algunos ejecutivos de importantes consorcios a falsificar y maquillar sus números contables para inflar artificialmente las ganancias y aparentar una salud financiera de las empresas que no existe.

Los supuestos buenos resultados representan para los directivos jugosos premios por su eficiencia y productividad; muchos ejecutivos y presidentes poseen acciones de sus empresas, las cuales con sus medidas llegan a elevadas como irreales cotizaciones.

Descubierto el engaño, las compañías admiten su precaria situación, algunas se declaran en bancarrota, decenas de miles pierden su trabajo; los inversionistas su dinero; llega la turbulencia en los mercados accionarios y, comienza la crisis de confianza.

¿Por qué se vuelve complicada? Los ejecutivos no actúan solos. Presumiblemente hay colusión por parte de los auditores de las firmas independientes que daban fe de los resultados contables de las empresas. Se cuestiona el papel de los analistas de Wall Street, muchos de ellos pertenecientes a bancos de inversión ligados a las compañías emproblemadas.

También se somete a debate la actitud de la prensa, que escasamente reporta las irregularidades. A la luz de los fraudes y anomalías, entran en acción las autoridades federales del Ejecutivo, del Congreso y los inspectores de la Bolsa.

La punta del iceberg se ve en diciembre del 2001, cuando Enron, la otrora poderosa compañía de energía, se declara en bancarrota, dos meses después de que surgen los primeros indicios de irregularidades, y la Comisión de Bolsa y Valores (SEC, por sus siglas en inglés) inicia sus pesquisas. En poco tiempo, el valor de las acciones de Enron se esfuma, dejando a miles de inversionistas sin dinero y a otros tantos sin empleo.

Todavía no amaina la tempestad cuando legisladores demócratas revelan, en enero del 2002, que el Vicepresidente Dick Cheney había tenido reuniones con los directivos de Enron para diseñar la estrategia energética del Gobierno de Bush, lo cual da pie a suponer que el Gobierno ayudaría en forma...

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