Fortalezas y desafíos de las familias monoparentales después del divorcio

AutorJohn DeFrain
Cargo del AutorProfesor de Extensión Universitaria para el desarrollo de la familia y la comunidad en el Departament of Family and Consumer Sciences, College of Education and Human Sciences, Universidad de Nebraska, Lincoln
Páginas161-179
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INTRODUCCIÓN
Hace 25 años, como joven investigador, estaba muy entusiasmado con un
nuevo estudio que Nick Stinnett y yo acabábamos de completar, el cual
examinaba a un número de familias fuertes en todo el territorio de Estados
Unidos. Habíamos pedido a algunos periódicos de los 50 estados que im-
primieran sin cargo alguno un breve anuncio, en el cual se solicitaban
parejas voluntarias –pertenecientes a familias fuertes, biparentales– que
escribieran a la Universidad de Nebraska-Lincoln para que nosotros pu-
diéramos interrogarlas sobre las fortalezas de sus familias y sobre cómo
habían creado juntos una familia exitosa. Unas 850 parejas se ofrecieron
como voluntarias para el estudio y pronto obtuvimos una gran cantidad de
datos para investigar, provenientes del 50 por ciento de las parejas, quie-
nes habían llenado a conciencia nuestro extenso cuestionario.
Pronto, después de eso, fui invitado regularmente por distintas univer-
sidades y organizaciones para que hablara sobre nuestra investigación
referente a las familias fuertes. Las charlas eran siempre bien recibidas, ya
que la gente estaba deseosa de recibir ideas sobre cómo hacer algo para
fortalecer la vida matrimonial y evitar el divorcio. Invariablemente, des-
pués de mi charla, varias personas se acercaban para compartir sus vidas
conmigo desde un nivel más personal. Y también, invariablemente, por lo
Capítulo 5
Fortalezas y desafíos de las familias monoparentales
después del divorcio*
John DeFrain**
* Traducción de Ana María Molina. Revisión de Rosario Esteinou.
** John DeFrain, Ph .D., es profesor de Extensión Universitaria para el desarrollo de la
familia y la comunidad en el Departament of Family and Consumer Sciences, College of Edu-
cation and Human Sciences, Universidad de Nebraska, Lincoln.
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John DeFrain
menos una de esas personas resultaba ser un padre solo o una madre
sola. El individuo me sonreía con timidez, se inclinaba hacia delante y me
decía con voz suave algo como: “¿Sabe?, yo vivo en una excelente familia
monoparental y creo que estamos viviendo realmente bien y que tenemos
muchas fortalezas. Es más, lo estamos haciendo mucho mejor que cuando
vivíamos con mi marido, que era un alcohólico y un abusador.”
No tuve que escuchar esto más de tres veces para darme cuenta de
que nuestro estudio de las familias fuertes en el nivel nacional había sido
iniciado con el pie izquierdo –habíamos identificado la estructura de la fa-
milia con las fortalezas de la familia–. Habíamos asumido que había algo
inherentemente bueno en la familia biparental y algo inherentemente de-
fectuoso en la familia monoparental. Desde entonces, siempre me he em-
peñado en no volver a cometer el mismo error.
Una de las primeras cosas que hicimos en la Universidad de Nebraska-
Lincoln, como compensación por nuestro error, fue un estudio de las fami-
lias monoparentales fuertes. Pedimos ayuda a 700 periódicos de los 50 es-
tados, nuevamente, y convencimos a unos 50 de ellos, como máximo, para
que publicaran un pequeño anuncio de tres párrafos, que decía, en parte:
“Si usted vive en una familia monoparental fuerte, le rogamos que escriba
a la Universidad de Nebraska-Lincoln...”
Una vez que nuestras 700 cartas fueron despachadas a los periódicos,
cruzamos los dedos. Sabíamos que la mayoría de los periódicos iban a tirar
nuestras cartas a la basura y, tal vez, de 5 a 10 por ciento publicaría el
anuncio. Y nos preguntábamos cuántos padres y madres solteros fuertes
habría en realidad en Estados Unidos, y si éstos tendrían tiempo y volun-
tad para escribirnos.
No ocurrió nada en seis semanas. Habíamos invitado a todos a una
gran fiesta, y nadie vino. Pero, entonces, nuestro anuncio apareció en la
página 42 del periódico de Hartford, Connecticut, y en dos semanas recibi-
mos tres docenas de cartas de padres y madres solteros, que se ofrecían
como voluntarios en esa área. El estudio despegó, y en unos pocos meses
tuvimos más de 1,150 cartas de padres y madres solteros provenientes de
45 estados.
Su recompensa por ofrecerse como voluntarios para nuestro estudio
fue considerable: les agradecimos profusamente y les pedimos que com-
pletaran las respuestas de un cuestionario de 10 páginas, con 65 preguntas

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