Fidel Castro o la nueva etapa histórica del Caribe

AutorJuan Bosch
Páginas735-758
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Este libro se habría hecho demasiado largo si se hubieran registrado en él
los numerosos incidentes provocados por Estados Unidos, o por las inter-
venciones de otras potencias, en los años que corrieron desde la
guerra cubana de independencia hasta el asesinato de Augusto César San-
dino. La lista de esos incidentes llenaría muchas páginas. Entre ellos hubo
cañoneos a ciudades y puertos, desembarque de infantes de marina para
lo que en el lenguaje de la diplomacia se llamaba “castigar” una afrenta;
exigencias abiertas, hechas a menudo con métodos incalificables.
Esa situación llegó a ser tan alarmante que los países de lengua es-
pañola de la América acabaron uniéndose para defenderse y plantearon
en conferencias continentales la necesidad de que se estableciera el
principio de no intervención como fundamento de las relaciones inter-
nacionales. El acuerdo se obtuvo en una Conferencia Interamericana,
celebrada en Montevideo del 3 al 26 de diciembre de 1933. Todavía es-
taba ocupado militarmente Haití, de donde la infantería de marina de
Estados Unidos salió el 21 de agosto de 1934. Un año después de ese día,
el general Smedley D. Butler – aquel que había luchado contra Benjamín
Zeledón en Coyotepe, Nicaragua, en 1912, y había obtenido en 1915 que
los “cacós” de Gonaives, en Haití, vendieran sus armas; el mismo que
había volado con dinamita Fort-Riviere, en Haití, el 17 de noviembre de
1916–, resumió en unas declaraciones ante un comité del Senado norte-
americano la historia de esos años con estas palabras:
He servido durante treinta años y cuatro meses en las unidades más com-
bativas de las fuerzas armadas norteamericanas, la infantería de marina.
Capítulo XXVI
Fidel Castro o la nueva etapa histórica del Caribe
Juan Bosch
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Pienso que durante ese tiempo actué como un bandido altamente califica-
do al servicio de los grandes negocios de Wall Street y de sus banqueros.
En 1914 contribuí a darles seguridad a los intereses petroleros (de Estados
Unidos) en México, particularmente en Tampico. Ayudé a hacer de Cuba
un país donde los señores del National City Bank podían acumular sus
beneficios en paz. Entre 1909 y 1912 participé en la limpieza de Nicaragua
para ayudar a la firma bancaria internacional de Brown Brothers. En 1916
llevé la civilización a la República Dominicana por cuenta de los grandes
azucareros norteamericanos. Fue a mí a quien correspondió ayudar a arre-
glar en 1923 los problemas de Honduras para darles seguridad a los inte-
reses de las compañías fruteras norteamericanas.
Esas declaraciones del general Butler indican a qué punto quedó des-
prestigiada en las dos Américas –hasta en los propios Estados Unidos– la
política de intervención militar. Así, pues, no era posible seguir usando
la fuerza en el Caribe. Y, efectivamente, dejó de usarse durante 20 años
pero al cabo de ese tiempo comenzaría a usarse en forma nueva; en lugar
de los soldados actuaría la Agencia Central de Inteligencia (la CIA). Esta
modalidad, que se ponía en juego para burlar los acuerdos de Montevideo
y los que en los años siguientes a 1934 confirmaban el principio de no
intervención, iba a iniciarse en 1953 con una acción sobre Guatemala
destinada a derrocar el gobierno del coronel Jacobo Arbenz.
Hacía apenas cinco años que se había aprobado en la Conferencia In-
teramericana de Bogotá (30 de marzo a 2 de mayo de 1948) la Carta de la
Organización de los Estados Americanos (OEA), cuyo ar tículo 15 decía:
Ningún Estado o grupo de Estados tiene el derecho de intervenir directa
o indirectamente, por ninguna causa, en los asuntos internos o externos
de cualquier otro Estado. Este principio prohíbe no sólo el uso de las
fuerzas armadas, sino también cualquier otra forma de interferencia o
intento de amenazas contra la personalidad de un Estado o contra sus
elementos políticos, económicos y culturales.
Ese artículo 15 quedaba reforzado por el número 17, que decía:
El territorio de un Estado es inviolable; no puede ser objeto, ni siquiera de
manera temporal, de ocupación militar o de otras medidas de fuerza to-
madas por otro Estado, directa o indirectamente, en ningún sentido.

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