¡Feliz día del padre: tus dos hijxs son queer!

AutorAlejandro Poiré

Mi abuelo -un viejo increíble a quien le dediqué mi tesis de licenciatura- decía que a los homosexuales había que ponerlos a picar piedra... en las Islas Marías. Lo expresaba en tono de broma, pero entre broma y broma, el mensaje estaba claro: castigo y ostracismo a personas por ser diferentes, por ser quienes eran. Nada fuera de lo común para esa época, aún siendo él y mi abuela adorables profesionistas titulados -él ingeniero civil, ella maestra normalista-. Representan bien a un pedazo del mundo en que a las personas de mi generación nos tocó ser educadas.

Muchos años después, en una charla con la terapeuta de mi hijo Emilio, por primera vez hablé sobre lo que significaba para mí que quizá mi hijo -quien entonces tendría 12 años- fuera gay. No recuerdo las palabras, pero sí una sensación: confianza y ansiedad. Confianza porque su madre y yo, aún a poco de habernos divorciado, compartíamos una idea sencilla pero poderosa: que nuestros hijos son quienes son, y que nuestra chamba no es hacerlos quienes nosotros queremos que sean, sino empoderarles y darles contención para su propio camino. Ansiedad por lo obvio: nuestro mundo no era -no es aún- uno en el que ser distinto a una mujer o un hombre heterosexual, tradicional, esté exento de riesgos; todo lo contrario. Salí de esa sesión con una tarea muy sencilla, que cumplí esa misma tarde: sacar de mi closet -literalmente- y poner a la vista de mis hijos el libro Mamá, papá, soy gay que había comprado unos meses antes.

También por esas épocas, me encontré con Same Love, una canción hermosa de Macklemore & Ryan Lewis -que promovía la regularización del matrimonio para personas del mismo sexo en Estados Unidos- y cuyo video ponía yo a la menor provocación cada vez que los chavos estaban conmigo en casa; véanlo, a mí me sigue conmoviendo.

Y me puse también a estudiar un poco del tema. Porque una cosa es tener la intuición correcta y otra distinta es tener los elementos para entender todas las formas en las que nuestra sociedad les hace la vida difícil -es decir, discrimina- a tantas personas simplemente por ser quienes son. Y también las formas en las cuales yo, como papá, seguramente contribuía o contribuyo a esa discriminación. Después de todo, nuestra educación -desde las bromas de los abuelos, a las clases de nuestros profes, a lo que vemos en la televisión, por no hablar de las religiones- suele generar sesgos que no siempre vemos y que tenemos que ir reconociendo para irlos superando.

Por...

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