Felipe Ángeles: origen y trascendencia

AutorOscar González Azuela
Páginas2-19
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FELIPE ÁNGELES: ORIGEN Y TRASCENDENCIA
Autor: Óscar González Azuela
RESUMEN
Boceto biográfico del general Felipe Ángeles que trata de capturar origen,
participación política y militar durante la Revolución Mexicana así como la
trascendencia de su figura a cien años de su fusilamiento.
Palabras clave: revolución, decena trágica, toma de Zacatecas, Villa.
ABSTRACT
It is a Felipe Ángeles biographic rescue that tries to capture his origin, militar and
political participation during the Mexican Revolution as the trascendency of his
figure one hundred after his shooting
Keywords: revolution, tragic ten days, Zacatecas battle.
INTRODUCCIÓN
Felipe de Jesús Ángeles era su nombre. Tras la evangélica presentación se
encontraba un militar cuya mayor gloria fue impactar una y otra vez, con magistral
manejo de artillería al ejército federal. Así el ángel, espada en mano, contemplaría
desde la cima del cerro de La Bufa, a ese demonio encarnado en Huerta que se
hundía en el abismo, derrotado definitivamente por las huestes revolucionarias.
Durante el inicio de la revolución maderista, Ángeles se encontraba comisionado
en Francia, sin embargo en 1912 regresa al país siendo pronto detectado por el
ya presidente Madero quien lo asciende a general brigadier nombrándolo director
del Colegio Militar. Al aprecio de sus virtudes, sería luego enviado a territorio
zapatista, con la instrucción de un cambio de actitud en relación a las
devastadoras campañas militares aplicadas por Victoriano Huerta y Juvencio
Robles en la región. Sería así el fugaz eslabón que trató de engarzar, aunque a
destiempo, a dos grandes idealistas: Madero y Zapata.
En un artículo escribiría Ángeles ya en el destierro desde El Paso, en 1917
escribe:
Apenado por haber sido enviado a dirigir la guerra del sur en el vasto
territorio de cinco estados, México, Morelos, Puebla, Tlaxcala y Guerrero…
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iba yo en el tren de Cuernavaca escoltado por la tropa del coronel Jiménez
Castro. Felipe Ángeles, citado en: (Gilly, 2011, p. 262)
Su acción trató de ser pacificadora según lo narraba años después:
Los zapatistas querían simplemente que el vergel de Morelos no fuera un
infierno inhabitable: querían solamente un pedacito de felicidad en esta
tierra. Los zapatistas han tenido siempre razón, aun contra Madero, así me
lo manifestó éste, y me envió a la guerra del sur para ver de reparar errores,
dejando a mi exclusivo criterio la conducción política y militar de la
campaña. Carta de Felipe Ángeles a Manuel Márquez Sterling, citado en:
(Gilly, 2011, p. 285)
El día 9 de febrero de 1913 que da inicio la Decena Trágica, Madero se dirigió en
automóvil a Cuernavaca, territorio zapatista, para traer a Ángeles a quien trató de
poner al frente de las operaciones en la ciudad de México, la defensa de Palacio
Nacional y el ataque a La Ciudadela; se le hizo ver como algo improcedente por
causas de escalafón militar, quedando en su lugar Victoriano Huerta y Ángeles
bajo su mando. La ya famosa debilidad de Madero ante esta circunstancia, le
costaría finalmente la vida.
Escribe Juan Sánchez Azcona, secretario de Madero:
…la presencia de Ángeles en la capital desagradó profundamente al
flamante comandante militar -Huerta-, quien al ver a don Felipe en los
salones del Palacio Nacional, no pudo contenerse de decirme a mí: -¿Qué
le habrá visto el señor presidente a este Napoleoncito para haberlo traído
tan súbitamente? Juan Sánchez Azcona citado en: (Gilly, 2011, p. 55)
Cuando Huerta consumó su traición, Ángeles fue detenido junto con Madero y
Pino Suárez en Palacio Nacional. Federico González Garza, apresado también
relató: Aproximadamente a las cinco de la tarde, el general Huerta se presentó
ante ellos, y luego de examinarlos sin decir palabra, se marchó exclamando con
voz aguardentosa: ¡Viva la República! (González, 1966)
La frase quedó en el subconsciente de Felipe Ángeles y tendría consecuencias
posteriores.
Por su parte, Manuel Márquez Sterling narra:
- Ángeles era el único de todos los presentes -detenidos- que no fiaba en
la esperanza ilusoria del viaje a Cuba. Una hora después me decía, con su
lenguaje militar, ante la sospecha de un horrible desenlace:

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