Ezra Shabot / Partidos y ciudadanos

AutorEzra Shabot

La crisis de los partidos políticos en México es superior a aquella otra que se produce a nivel internacional, en donde las sociedades occidentales se alejan de los partidos por no sentirse representadas y buscan presionarlos a través de las organizaciones civiles. En el caso mexicano, además de este factor de incredulidad partidaria, hay que añadirle el deterioro moral de las dirigencias de estas instituciones, las cuales no han sabido mostrar al poder como un instrumento que beneficia a los ciudadanos, sino por el contrario, han dado pruebas fehacientes de la utilización de éste en su propio beneficio económico, abusando del mandato otorgado por la sociedad.

Y no es que anteriormente estos abusos no se produjeran, sino que simplemente los controles propios de un régimen autoritario evitaban su exposición ante la opinión pública, para convertirse en armas en manos de una clase política que ajustaba cuentas en silencio y era cómplice permanente de una corrupción institucionalizada. Cuando el proceso democratizador rompió los acuerdos entre los grupos de poder, el fenómeno de la corrupción dejó de ser propiedad privada de hombres públicos para volverse materia vital de los medios de comunicación. Esta situación terminó por destruir gran parte de la relativa legitimidad del sistema de partidos en México.

Si bien es cierto que no es posible realizar actividad política que conduzca al poder efectivo fuera de los límites de los partidos, también lo es el hecho de que la actual composición partidaria ha llegado al punto en donde gran parte de la ciudadanía no se ve representada por instituciones cuyos intereses se alejan día con día de la sociedad. Así, el espectáculo del jefe de Gobierno capitalino que ha convertido a su paranoia en proyecto político, sólo aleja más al PRD de la posibilidad de reconstruirse a partir de la videocrisis. La lucha cotidiana por el poder en el marco de la sucesión presidencial anticipada ha hecho del partido de la izquierda una instancia dañina a los políticos interesados en representar esa posición.

Ni Cuauhtémoc Cárdenas ni Andrés Manuel López Obrador necesitan en este momento a su partido; de hecho para ambos éste es un verdadero estorbo en sus aspiraciones hacia el 2006. El desprestigio partidario provoca necesariamente la aparición de figuras pretendidamente carismáticas, cuya separación de los partidos es indispensable para impulsar su imagen ante la ciudadanía. El caso de Jorge Castañeda es el más...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR