Exhiben a copiones

AutorAriel Magnus

A principios de 1977, en una exposición de objetos industriales realizada en Frankfurt, Rido Busse descubrió una réplica exacta de la balanza de precisión que él mismo había diseñado para una empresa alemana, sólo que expuesta en el módulo de una empresa honkongesa y, dato no menor, a un tercio de su valor original. Busse no recordaba que alguien le hubiera comprado los derechos para reproducir su invención, de modo que levantó una queja contra la firma Lee, que inmediatamente se vio obligada a retirar el producto plagiado (del que por las dudas ya había vendido 100 mil unidades) y a firmar un documento en el que se comprometía a no seguir comercializándolo).

Meses más tarde, otra empresa honkongesa (o la misma con otro nombre) volvió a ofrecer la balanza robada, Busse volvió a denunciar el hurto, la empresa retiró el producto del mercado y se comprometió a no comercializarlo más. Meses más tarde, otra empresa honkongesa (o la misma con otro nombre) volvió a ofrecer la balanza robada, Busse volvió a denunciar el hurto, la empresa retiró el producto del mercado y se comprometió... (esta frase no es plagio de la anterior, sino el calvario circular de Busse). Desesperado de que el círculo no tuviera fin, y de que a la larga lo dejara en la ruina, Busse comenzó a informarse acerca de posibles represalias legales, aunque muy pronto tuvo que rendirse ante la evidencia de que la ley jugaba a favor de los plagiarios. Viendo que no podía castigar a los ladrones por vía penal, el diseñador decidió propinarles aunque fuera una tunda simbólica. Compró un enano de jardín (el Número 917 de la firma Heissner, aunque son todos más o menos iguales y hubiera sido más barato copiarlo), lo pintó de negro y le puso una nariz dorada, símbolo de ganancia a través del plagio. A fines de ese mismo año, en una conferencia de prensa a la que asistió un solo periodista, el profesor Rido Busse, presidente y único miembro de su recién creada Acción Ciudadana contra el Plagio, hizo entrega de los "Premios Plagiarius", cuyo primer puesto se llevó la firma Lee de Hong Kong. El premio, una fotocopia de mala calidad de una foto del enano de jardín, deja constancia del nombre de la empresa plagiadora y del producto plagiado. Las malas lenguas dicen que ese papelucho cuelga hoy -orgullosamente encuadrado- en el despacho de Mr. Lee.

El premio no querido

El Premio Plagiarius sigue entregándose anualmente, aunque muchas cosas han cambiado desde entonces. Rido Busse ya no está...

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