Evolución del idealismo

AutorRubén Pacheco Inclán
Cargo del AutorEgresado por la UNITEC como Licenciado en Derecho
Páginas104-113
104
LECCIONES DE ÉTICA. Conociendo el proceso histórico
FICHTE, HEGEL, SCHOPENHAUER, NIETZSCHE I. JUAN TEÓFILO
Fichte
Nació en Rammenau (Lausitz), en 1762; estudió en Schulpforta y en la Uni-
versidad de Jena; hizo vida de profesor particular y se hizo famoso por sus
escritos. En Berlín, en el invierno de 1807-1808, pronunció los célebres
Discursos a la Nación Alemana. Llegó a ser primer rector de la Universidad de Berlín.
Murió en 1814 de ebre maligna.
La ley moral, propuesta por el autor, supone tratar cada cosa según su n úl-
timo. Estas últimas frases del sistema de la moral, de 1798, tocan ya el punto que
sirve para comprender la teoría de la religión, establecida por Fichte en su época
de Jena y publicada hacia el nal de dicha época. Cuando hemos comprendido
las cosas como lo que son en última verdad, entonces las hemos comprendido en
su relación moral de nalidad. “Obrar rectamente es posible y toda situación está
dispuesta para ello; la acción moral se logra infaliblemente y la inmoral fracasa
infaliblemente”, no en el mundo de los sentidos, como ya se comprende, pero sí
en el mundo verdaderamente real, porque en el hecho moral vive la verdadera
realidad.
La acción moral está dirigida sobre el mismo fundamento del mundo y se veri-
ca en armonía con él. Se “logra”, esto es, trata las cosas como son en la suprema
verdad. La conducta moral se basa en el convencimiento de que las cosas, como
cosas, no son últimas realidades y que en ellas se nos maniesta el orden suprasen-
sible más elevado. Todo lo que se verica por la mera necesidad de la naturaleza
y todo lo que puede cambiarse en el mundo sensible por la obra humana es mani-
festación de la no-realidad que, sin embargo, por los deberes que impone especial-
mente cada situación de las cosas revela su base suprasensible.
Claro está que esta base suprasensible de las cosas revela este orden eterno que
crea los deberes pero que no es demostrable; es, como toda realidad nouménica, ob-
jeto de la fe, y esta fe en él está contenida inmediatamente en la fe, en nuestra propia
libertad. Si no me identico como libre, pierdo mi Yo y me convierto en mera cosa.
Si creo, en cambio, en mi libertad, en mi fuerza para plantearme el n de la indepen-
dencia, sacándolo de mí mismo, entonces reconozco en esta fe que el mundo sensible
no me puede aplastar porque descansa en un orden suprasensible, ya que realizo mi
independencia, la realizo sólo conduciendo libremente las cosas del mundo sensible
a su n último; el concepto de mi independencia es inseparable del concepto del n
último de las cosas, y este concepto, a su vez, sólo es verdad presuponiendo un orden
suprasensible.

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